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Jorge Larraín: “Un gobierno popular no es necesariamente populista”

“Todos le achacan populismo a sus contrarios, y no hay mucha claridad acerca de lo que es, ni dónde están sus límites, ni qué se puede explicar a partir de este concepto y si le sirve o no a las Ciencias Sociales más allá de que sea utilizado como arma política”, comenta el destacado sociólogo.

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Jorge Larraín Ibáñez, Doctor en Sociología y profesor emérito de la Universidad Alberto Hurtado está retirado de la Universidad, pero sigue produciendo pensamiento en tiempos donde la política sufre desafectación de la gente. Le interesa analizar especialmente si el concepto de populismo tiene algún valor para las Ciencias Sociales mas allá del uso extenso y peyorativo del término en la política diaria y en la prensa de todas partes del mundo. “Todos le achacan populismo a sus contrarios, y no hay mucha claridad acerca de lo que es, ni dónde están sus límites, ni qué se puede explicar a partir de este concepto y si le sirve o no a las Ciencias Sociales más allá de que sea utilizado como arma política”, comenta.

Parte de su tesis actual, nace cuando fue profesor en Chile y en Inglaterra y estudió el tema de los regímenes nacional populares de América Latina de los años 30, y analizó los procesos populistas conducidos por Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil, y por otro lado, analizó las explicaciones que entregaban de esos procesos la teoría de la modernización de Germani y la teoría de clase de Weffort.

Lo que el ex pro Rector de la Universidad Alberto Hurtado propone es que para que un régimen sea populista no basta sólo el discurso ideológico que interpela a los sujetos constituyéndoleos en pueblo, si no que hay que analizar también las condiciones de aceptación de ese discurso. Y allí entonces surge la idea de un líder carismático en contacto directo con la masa que hace creible el discurso, un partido instrumental que no impide la relación directa del líder con las masas ni se opone a lo que éste desea, y un estado e institucionalidad política que no pueden acomodar ni satisfacer las demandas populares. Estas 3 condiciones deben agregarse al núcleo avanzado propuesto por el filósofo político Ernesto Laclau a quien Larraín conoció en Inglaterra: “Nunca estuve muy de acuerdo con él en vida, pero una vez muerto empecé a valorar lo que había escrito. Es un gran autor. Él llega a conclusiones con las que difiero, pero me da claves de cómo entender el fenómeno”.

-¿Es el populismo un término marginal en las Ciencias Sociales?

– No si se le construye teóricamente y se le delimita, que era la idea de Laclau, pero que no logró en su totalidad. Pero es cierto que el tema ha trascendido más allá de las Ciencias Sociales y se usa en la vida diaria con una variedad de significaciones, lo que hace el problema para las Ciencias Sociales sea mucho más difícil.

– El populismo tiene esa connotación que es algo malo para la política. ¿Es tan así?

-En la vida política diaria y en las discusiones periodísticas, el populismo es un movimiento social que anuncia soluciones fáciles y demagógicas y que ofrece o promete más de lo que se puede dar. Las derechas usan habitualmente el término populismo para referirse a políticas públicas que se apartan de la ortodoxia económica neoliberal. Populismo es todo lo que no es científico y no es estudiado por economistas norteamericanos. Las izquierdas tiene un abanico más amplio y lo entienden como movimientos asistencialistas que terminan ocultando y yendo contra los intereses de la clase obrera que es reemplazada por un concepto vago de pueblo. Pero además lo usan para referirse a movimientos de ultraderecha de carácter autoritario que manipulan a las masas exacerbando la xenofobia contra los inmigrantes o culpando a otros países por los males propios

Es bien difícil sacarse de encima estos usos del término. Sin embargo, al menos en las Ciencias Sociales hay que tratar de construir el concepto más rigurosamente. Me resisto a partir definiéndolo como algo necesariamente malo o amenazante, pero tampoco es algo necesariamente bueno. El régimen populista de Maduro por ejemplo se ha deteriorado al punto de que no queda muy claro si sigue siendo democrático.

-¿Dónde está la diferencia entre Laclau y usted?

-Dije que en el núcleo de todo populismo hay un discurso ideológico que constituye un nuevo antagonismo y una nueva identidad colectiva que es el pueblo mediante la integración de demandas populares contra el bloque en el poder. Esa integración acumula demandas de identidades oprimidas, nuevos antagonismos y demandas insatisfechas. Pueden haber demandas de sectores que son feministas o de pobladores con problemas habitacionales, o movimientos ecologistas y todas se unen en contra el bloque en el poder. Cuando todas estas demandas se funden y se hacen equivalente unas con otras, se crea un movimiento social que trata de cambiar la situación y de forzar la salida del régimen imperante. Hasta ahí Laclau más o menos define lo que es populismo.

-Yo digo ese núcleo esencial debe estar, toda acción política va a pasar. Sin embargo no es suficiente. Porque hasta ahí populismo aparece más o menos como sinónimo de política en general. Para una política populista se necesitan además algunas condiciones de aceptación del discurso populista. El líder carismático en contacto directo con la masa que valida el discurso, el partido instrumental al servicio del líder, la incapacidad de la institucionalidad para acomodar las demandas populares. Por eso niego que la Unidad Popular haya sido un gobierno populista. Salvador Allende era carismático pero no hasta el punto de suscitar una devoción que validara cualquier discurso. Segundo lo apoyaban partidos que eran absolutamente independientes de él y organizacionalmente muy fuertes. Allende difícilmente podía saltárselos. Tercero, Allende había logrado cambios muy importantes  dentro del sistema político-económico vigente sin saltarse las reglas democráticas fundamentales.

– ¿Y en Chile qué posibilidades ve que tengamos un régimen populista?

-Yo analizo Chile y digo no hemos tenido populismo desde la época de Carlos Ibáñez del Campo en los años 30. No han existido líderes tan carismáticos que inspiren devoción en la masa, el sistema institucional de partidos ha sido sólido y autónomo de los presidentes de izquierda o derecha. La institucionalidad política ha canalizado todos los cambios y demandas. Por supuesto ha habido movimientos instrumentales a ciertos líderes. Pero en general han durado poco, no han convencido a las mayorías y no han alcanzado el poder. Pero lo que podría cambiar eso son dos cosas: la actual crisis de representación política y la profunda desigualdad. Ese es el caldo de cultivo del populismo. La gente se siente desafectada de la democracia por falta de participación efectiva y por los escándalos y falta de probidad de sus representantes. La desigualdad por su parte es muy fuerte. La mayoría de la gente gana sueldos mínimos y más encima se entera de las colusiones y los esquemas para robarles en las farmacias, las tiendas y supermercados. Eso es caldo de cultivo para que aparezca el líder salvador.

-¿Es importante entonces aclarar que lo que es popular no es populista?

-No todo líder popular es populista. Para Ernesto Laclau populismo es prácticamente la manera como todos los países hacen política. Llama populismo también a la política del partido comunista italiano, y ahí yo creo que se equivoca. Lo que hubo ahí es una política de alianzas, pero no es populista.

-¿Y las sutilezas son importantes en política?

 -Son relevantes. En las sutilezas está la gracia de entender, porque si no, todos son populistas y vamos a decir que Sebastián Piñera también lo es porque cooptó a grandes sectores populares. Toda la política de la Concertación no fue populista, pero sí popular. Tiene el mecanismo que tiene toda política que son las coaliciones que permiten gobernar.

El libro a cargo de la editorial LOM  fue lanzado el jueves 3 de mayo a las en el Centro Cultural España de Santiago (Providencia 927) y lo presentaron Aldo Mascareño de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, Claudio Fuentes del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales y Francisco Figueroa, ex dirigente estudiantil de la FECH y actual político del Frente Amplio.

 

 

 

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