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“Hay una función de la universidad que no es sólo académica sino también social… educar a los estudiantes en su rol”

Que los alumnos ejerzan su “oficio como estudiantes”, que el profesor sea un investigador y que la inclusión vaya de la mano con la excelencia son, según el experto en educación de la Universidad Católica de Lovaina, Phillippe Parmentier los pilares básicos cuando se habla de calidad en la educación superior.

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Phillipe Parmentier, director de "Administration de l'enseignement et de la formation" ADEF, de la Universidad de Lovaina, Bélgica.

Phillipe Parmentier, director de “Administration de l’enseignement et de la formation” ADEF, de la Universidad de Lovaina, Bélgica.

¿Cuáles son los grandes desafíos mundiales que enfrentan una sala de clases universitaria? ¿Es lo mismo ser un profesor universitario que un profesor de educación media? Y los jóvenes: ¿Cuáles son sus roles? ¿Con qué habilidades se espera que lleguen a la educación superior? De estos temas conversó el académico belga Philippe Parmentier, Director de la unidad de Administración de la educación y la formación de la Universidad Católica de Lovaina (UCL), en su visita a Chile, que se enmarca en el Plan de Mejoramiento Institucional (PMI UAH 1501) de la Universidad Alberto Hurtado.

Parmentier describió que el espacio de la academia exige competencias tanto del profesor como del estudiante, ambos deben estar en sintonía con el objetivo final de una universidad, que es la búsqueda de la verdad e investigar. Aquí parte de las claves y definiciones que el experto en formación académica entregó para propiciar el proceso de enseñanza.

-¿Qué diferencia existe entre un profesor de educación media y uno de educación universitaria? Y por qué es importante hacer esta distinción.-
– La primera razón es que el profesor universitario es un investigador y, por tanto, su docencia encuentra la pertinencia al vincular la investigación y la enseñanza en una sala de clases universitaria; mientras que la misión de la educación secundaria es permitir que el conjunto de estudiantes alcance las competencias que requiere para continuar estudios superiores. Es importante hacer esta diferencia porque los públicos a los que se dirigen uno y otro son muy distintos: el profesor de secundaria se dirige a estudiantes adolescentes que no han escogido estar ahí voluntariamente y, por tanto, no se cuenta con su autonomía personal. Y uno podría suponer que el estudiante universitario sí es autónomo y responsable de su formación.

-A la universidad no siempre llegan estudiantes con las competencias para enfrentar el proceso de aprendizaje: -¿Qué debe entender un profesor universitario para eliminar esa brecha, que lo distancia con sus alumnos?-
– Tiene que entender que él es un investigador que debe sentirse desafiado cuando sus estudiantes no tienen las competencias para aprender en una sala de clases universitaria. Una puerta de entrada para enfrentar este proceso es el compromiso con la formación, interesarse, comprender y conocer las dificultades que tienen los estudiantes para aprender, que se evidencia, por ejemplo, con la experiencia de revisar pruebas: es ahí cuando te das cuenta que los estudiantes no están comprendiendo los contenidos. Uno no puede taparse los ojos frente a esta debilidad. Hay un perfil de profesores que son menos sensibles a eso, que defienden la idea de que los problemas de los alumnos no son sus problemas sino que de los estudiantes y muchas veces reafirman su autopercepción de que ellos están para enseñar y que se debiese ser selectivos respecto de los estudiantes.

– Usted plantea que para enfrentar esa realidad hay que tomar la vía de la innovación, ¿de qué está hablando específicamente?-
– Innovación en docencia es cuando a los profesores les hace sentido hablar de incorporar en la sala de clases herramientas y dispositivos en la transmisión del conocimiento que hagan que sus estudiantes se sientan más cómodos en las clases. Esa innovación puede traducirse -por ejemplo- en incorporar tecnología, nuevas discusiones o nuevas herramientas.

– Hoy los profesores y estudiantes conversan vía e-mail y WhatsApp, lo que hace posible un diálogo más horizontal. ¿Qué rol juega, a favor, este tipo de comunicación en horarios fuera de la sala de clases?-
– El ejemplo de los e-mail y WhatsApp en horarios que no corresponden, demuestra que la universidad no es sólo un medio de formación académica sino que también de comunicación entre personas, en un sentido mucho más amplio. Esta horizontalización de las comunicaciones no necesariamente le hace bien al trabajo formativo, no es un buen signo, incluso podría llegar a ser un factor que altere el necesario respeto entre estudiantes y profesores. Es positivo que la relación sea horizontal entre profesor y estudiante, cuando a través de ella se expresa respeto entre ambos. Pero, el estudiante no puede exigir cualquier cosa a cualquier hora al profesor, eso es una falta de competencia social. Y esto no es un discurso moral, se refiere más bien a una expresión que me gusta mucho usar: el “oficio del estudiante”; éste, como tal, debe aprender a usar los códigos de ese oficio, “su” oficio.

-Usted ha dicho respeto entre profesor y estudiante y al revés también.
– Hay una exigencia que no es sólo académica sino también social, pero eso se aprende y una función de la universidad es educar a los estudiantes en su rol. Mi posición puede parecer conservadora, pero no lo es. Todo lo anterior no significa que el profesor no sea accesible, no se trata de eso, sino que el profesor debe dar respuestas al estudiante en las situaciones que corresponde y cuando corresponde. No hay que olvidar que la relación pedagógica es asimétrica: cuando mi hijo me enseña a usar el smartphone es una relación asimétrica y eso se debe reconocer para poder aprender.

– En Chile hay una resistencia de los docentes a la evaluación de parte del Estado: por qué es importante revisarse permanentemente.
– Es importante que los profesores por lo menos se evalúen entre pares. La evaluación no tiene un fin de sí mismo, sino que debe servir para mejorar constantemente todo tipo de organizaciones. Desde el punto de vista sociológico y político yo comprendo muy bien que a los profesores no les guste ser objeto permanente de una evaluación. Si nosotros evaluáramos de la misma manera, por ejemplo, a las farmacias o a los bancos tendríamos una mejoría permanente en esas áreas y funciones. Hay que reconocer que hay una presión muy fuerte sobre la escuela y los profesores. Pero a nivel micro, me cuesta entender que un profesor que utiliza la evaluación para saber cuánto saben y aprendieron sus estudiantes, no acepte la evaluación para sí mismo.

– La Universidad Alberto Hurtado es inclusiva, recibe a alumnos culturalmente diversos. ¿Qué desafíos implica la heterogeneidad en el aula?
– En Europa eso es muy fuerte, tanto o más que en Chile. Los profesores -y tal vez nadie lo está- no están preparados para esa heterogeneidad. Pienso que la universidad del mañana va a ser la universidad que logre resolver el tema de la multiculturalidad. Avanzar en esa dirección implica avanzar en que el egreso sea tan diversificado como el ingreso de los estudiantes. Hoy día entran estudiantes de diversos orígenes y lugares, pero los que están egresando son los mismos de siempre.

A nivel de la multiculturalidad, el desafío es la comunicación y también innovar a nivel de curriculum para que la formación que entregamos sea pertinente socialmente. Para eso y por eso es que necesitamos docentes que sean buenos investigadores. Y ese desafío, además, requiere creatividad.

– De su visita a la Universidad Alberto Hurtado: ¿Qué observa como punto de partida para mejorar la formación?
– El desafío en todas las universidades es estrechar los vínculos entre la formación, la enseñanza y la investigación y sobre todo en una universidad que, como ésta, tiene condiciones fuertes y que busca la excelencia académica junto con la inclusión. Por tanto, resolver el buen maridaje entre inclusión y excelencia académica me parece formidable y hay que lograrlo.

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