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Gastón Carrasco, Alumni Lengua Castellana y Comunicación UAH

Gastón Carrasco, Alumni Lengua Castellana y Comunicación UAH: “Me interesa investigar cómo ciertos hombres performan la ternura, la dulzura, y cómo eso tiene potencial revolucionario” Por: Patricio Aguilera Zulantay, Alumni […]

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Gastón Carrasco, Alumni Lengua Castellana y Comunicación UAH: “Me interesa investigar cómo ciertos hombres performan la ternura, la dulzura, y cómo eso tiene potencial revolucionario”

Por: Patricio Aguilera Zulantay, Alumni Periodismo UAH.

Sus investigaciones más recientes se enfocan en el afecto y las masculinidades en la literatura anarquista chilena de principios del siglo XX. Como escritor, docente y doctor en Literatura, ha publicado Viewmaster (2011), El instante no es decisivo (2014), Monstruos marinos (2017), el libro colectivo ¿Quie?n le teme a la poesi?a? (2019), Luminarias (2020) y Diario de Koro (2021). 

La base de tu profesión es la palabra. ¿Qué rol crees que tiene en los desafíos que enfrentamos como sociedad? 

Cuando uno piensa en el rol de la palabra, suele pensar en el rol de la palabra pública, en el espacio público. Pero la palabra también tiene repercusión en lo privado. Quizás, cuando aterrizas las discusiones públicas en situaciones familiares toman más fuerza. Entonces, hay ciertas palabras que tienen esa capacidad performativa, la capacidad de cambiar mentes, por ejemplo el texto constitucional. Pero también hay palabras que generan resistencia, por ejemplo feminismo o plurinacionalidad. Son palabras que están en discusión y que ameritan ser revisitadas. Creo que hay mucho potencial en leer el mundo como un texto; uno que te entrega palabras y que puedas analizarlas e interpretarlas. 

En ese sentido, tu trabajo actual ha sido justamente reinterpretar voces en un Chile con nuevas conversaciones. Actualmente estás haciendo un postdoctorado en la UAH sobre la afectividad y masculinidades en la literatura anarquista chilena a principios del siglo XX. ¿Nos podrías comentar cómo llegaste a investigar sobre estos temas?

Antes mis investigaciones estaban centradas en los afectos más negativos. Investigaba la violencia, el odio, la representación del diablo, del mal; trabajaba temas muy oscuros y que me oscurecieron a mí también. Y eso me llevó a ver la otra cara, a ver qué pasaba con los afectos positivos. Ahí me encontré con mucha literatura social anarquista, que en algún momento levantaron otros valores, como la cooperatividad, la amistad, la afectividad; temas que ahora están muy presentes pero en otras claves. Cuando uno habla de nuevas masculinidades, nuevas paternidades, tiene que ver con otras formas de entender la sociedad, pero esa literatura ya estaba. Son discusiones que resurgen en nuestros contextos y que es importante volver a leerlas. 

Profundizando en esas líneas de investigación, ¿qué observaciones has podido notar en términos prácticos y cotidianos?

En estos momentos estoy escribiendo sobre la ternura y la dulzura, que son dos conceptos que suelen asociarse a lo femenino, a lo maternal, generalmente. Pero en literatura uno se encuentra muchas veces con hombres que performan otro tipo de masculinidades, que no es la tradicional, la hegemónica, patriarcal. Hombres que actúan justamente con otros hombres, de manera afectiva, e incluso dulce, sin pasar la línea de lo homosexual o lo queer, que también tiene su línea de estudio. Pero en término de masculinidades, me interesa investigar cómo ciertos hombres performan la ternura, la dulzura, y cómo eso tiene potencial revolucionario. Genera cierto quiebre, incluso en uno, cuando uno nota afectividad de un amigo. En general, la reacción de la gente es rechazo, distancia, como una respuesta intuitiva, física, porque te anula la racionalidad, la estructura patriarcal.

Y también te has centrado en los hombres que lloran.

En otra línea, me he centrado en hombres que lloran. No es tan fácil encontrar hombres que lloren en la literatura, pero los hay, al menos en la literatura chilena. Hay temas como el amor y la muerte de la madre, que es lógico llorar por esas situaciones, pero ver que  hombres que lloren por otras cosas o que se sensibilicen por imágenes del mundo, eso me interesa; hombres sensibles, hombres que lloran. 

En ese sentido, y vinculando tus investigaciones con la universidad, ¿cómo dialoga la perspectiva anarquista con la institucionalidad?

Me parece muy interesante la postura que tiene David Greder, un académico anarquista británico. Plantea que el anarquismo se resiste a entrar a las universidades, porque es entrar a una institución, negociar ciertos principios del anarquismo, y esa es justamente la trampa para no dejarlo entrar. Entonces, la respuesta de él es que siempre que sea algo molesto o que genere una especie de ruido intelectual, está bien que esté presente. Yo creo que la UAH propicia estos espacios. Uno lo puede ver en las publicaciones o en lo académico, donde se hacen distintas intersecciones, porque hablar solamente del anarquismo se vuelve un poco precario, pero cuando lo cruzas con género, raza o clase, comienza a tener más sentido y empieza a ser una discusión mucho más seria en términos intelectuales. 

Centrándonos en tu relación con esta universidad, ¿qué elemento de la UAH crees que ha influido en tu camino profesional?

Algo que siempre me interesó de la UAH es la pluralidad de gente. El que esté en el centro de Santiago me parece interesante, donde convergen distintas comunas, tipos sociales, colores, géneros. Es muy plural, a diferencia de otras universidades que son más homogéneas, con grupos más sectorizados. Y esto genera que la UAH tenga un fundamento educacional: mientras más heterogeneidad mejor es la educación, conectas mejor las ideas, conoces distintas visiones del mundo, y eso es un valor que aprendí a posteriori. 

A partir de esa conexión espacial, ¿qué momentos marcaron tu experiencia universitaria? 

Algunos años claves, durante mi paso por la universidad, tienen que ver con momentos importantes para la historia reciente de Chile.  Pienso en las revoluciones estudiantiles, la “Revolución Pingüina”, la revolución de 2011. Después, como profesor pude ver las tomas e intentos de toma. En fin, la universidad va en paralelo con lo que va pasando en la ciudad. 

¿De qué forma esta relación con la realidad potenció tu vínculo con la literatura?

Leer literatura con los pies en la realidad. Siento que la UAH tiene esa pulsión, quizás por donde está ubicada geográficamente, necesariamente te obliga a estar al tanto de lo que está ocurriendo. Siento que muchos profesores tienen esa pulsión: no leer la universidad como un lugar ajeno a las discusiones de hoy en día, sino estar involucrados en la discusión. La UAH es una universidad que está vinculada con la realidad del país. 

A propósito del rol de los profesores, también haces clases sobre poesía chilena y estética para distintas carreras e instituciones. ¿Cómo definirías a los estudiantes de la UAH? 

He tenido la oportunidad de poder trabajar en otras universidades públicas y privadas, y lo que he podido ver en esos espacios es cierta relación de clientelismo, cierta distancia, sentir que estás ofreciendo un servicio. En la UAH se genera un diálogo post clase y pre clase. Y eso no es tan común. Se agradece porque cambia el rol del profesor tradicional; hay una relación más horizontal y dialógica. 

¿Qué mensaje le darías a los/as estudiantes que están viviendo su experiencia universitaria o que están próximos a enfrentarse al mundo laboral?

Me he encontrado durante los últimos años, y más en post pandemia, con un grave problema de salud mental en los estudiantes. Hay mucha presión de distinto orden, y genera que la universidad se vuelva otro punto de presión. Entonces, yo recomendaría quitarle peso a la institución en la medida que tu emocionalidad y tu salud mental sean mucho más relevantes. No hay que sentir presión por la universidad, es justamente el espacio para fallar, para equivocarte. 

En estos 25 años de la Universidad Alberto Hurtado, el nuevo lema es “Universidad para el bien común”. ¿Cómo definirías este concepto? ¿Qué reflexión te genera? 

Me parece que la idea del bien común estaba transversalmente en todas las universidades, pero se fue perdiendo. Quizás por el individualismo, la mercantilización del conocimiento. Creo que este concepto tiene que ver con la posibilidad de generar comunidad, y al mismo tiempo es una responsabilidad. Lograr el bien común no es tan fácil, y si lo tienen como inspiración, hay que hacerse cargo de esas palabras. 

 

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