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Pedro Uribe, Alumni Psicología UAH

Pedro Uribe, Alumni Psicología UAH: “Para avanzar en la lucha contra la violencia machista se necesita de un diálogo respetuoso y colaborativo entre todos los géneros” Aportar a la prevención […]

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Pedro Uribe, Alumni Psicología UAH: “Para avanzar en la lucha contra la violencia machista se necesita de un diálogo respetuoso y colaborativo entre todos los géneros”

Aportar a la prevención de la violencia de género y a la promoción de masculinidades igualitarias; esos son los objetivos de Fundación Ilusión Viril, cuyo director y fundador es Pedro Uribe. Desde ese espacio, y a partir de un enfoque en salud mental, formación y programas de reeducación, se preguntan cómo sumar a los hombres a los debates de género, desigualdades y violencia machista. 

Enfocándonos desde una mirada global del territorio. ¿Qué está pasando en el sur del mundo en torno al debate de género y las masculinidades? 

En estos momentos somos pioneros en latinoamérica en relación al género. Vengo recién llegando de un congreso en España donde pude compartir con personas de distintos países y todos están con los ojos en latinoamérica, porque hay una profundización, una reflexión política colectiva desde la sociedad y desde los movimientos sociales en relación a estos temas. Chile, Argentina, Sudamérica en general, estamos siendo muy pioneros y respetados. Hay mucho conocimiento que no se lee, que no se conoce, porque seguimos con una perspectiva muy eurocéntrica.

Has logrado posicionarte como una voz muy relevante en Chile en torno al rol del hombre en los nuevos debates de género y masculinidades. ¿Nos puedes contar qué problemática habías evidenciado al momento de crear el proyecto Ilusión Viril? 

Ilusión viril surge como una plataforma en redes sociales, a proposito de la revolución feminista de 2018. Antes de eso, sentí un llamado muy fuerte de compartir los conocimientos que yo tenía, y sacarlos de la academia. Los debates que tenían que ver con género y masculinidades seguían dentro de espacios universitarios en ese entonces. Y sabemos que en Chile la educación superior sigue siendo un espacio de élite y no de una mayoría. Entonces, este proyecto era la oportunidad de poder compartir ese conocimiento con otras personas y desde un lugar más democrático. 

Ahora ya son una Fundación y tienen líneas claras de lo que buscan abordar. ¿Qué desafíos se proponen? 

Desde 2020 nos constituimos como fundación, y actualmente trabajamos en dos objetivos: el primero, la prevención del violencia de género. Y segundo, la promoción de masculinidades igualitarias; cómo sumamos a hombres a la conversación del género, de las desigualdades, de la violencia machista. Y trabajamos en tres principales áreas: salud mental, formación y proyectos de programas de reeducación enfocados en masculinidades. Queremos que los hombres nos podamos preguntar de qué manera reproducimos la violencia de género en nuestras prácticas, en nuestros espacios de trabajo, vida universitaria, etc. 

Si volvemos atrás y analizas tu paso por la universidad, ¿cuáles eran los temas que te interesaban? ¿Cómo llegaste a trabajar en estas líneas específicas?

Siempre me sentí muy interesado en temas que tuvieran relación con grupos excluidos de la sociedad. Trabajar con personas en situación de riesgo, de vulnerabilidad social, con personas inmigrantes, yo vengo de una familia de  migrantes, así que tengo en mi propio cuerpo la experiencia de venir de otro país, y lo difícil que eso puede ser. Siempre me llamaron la atención los temas de género y diversidad sexual. Es bonito ver que siempre ha habido un continuo en los temas que he abordado, una vocación que me ha acompañado desde mi época de estudiante. Hay una coherencia y un sentido. 

¿Cómo fue llegar a Santiago y entrar a la universidad? 

Yo venía del sur, me crié en Puerto Montt, así que fue muy importante para mi venir a Santiago y explorar muchos intereses que tenía en ese momento. Creo que tuve una muy buena experiencia en la universidad. Hubo espacios para desenvolverme como yo quería y en los temas que me interesaban. Me divertí mucho. Estuve en un colectivo cultural, hicimos la semana cultural de la universidad, me involucré en política, en el centro de estudiantes, colaboré en la federación de ese momento, hice ayudantía. Fui un estudiante que lo pasó muy bien en la universidad.

A medida que avanzabas en Psicología, ¿cómo se fueron potenciando todas esas reflexiones en torno a los temas que abordas? 

Creo que hay una conexión bien fuerte entre lo que he venido haciendo y lo que me entregó la universidad. Tiene que ver con esta noción más progresista de la mirada jesuita: de hacerse cargo de cosas que en la sociedad no suelen ser tan importantes porque no están vinculadas a los valores del libre mercado. En ese sentido, el sello de la universidad está muy enfocado en esa línea: Hacerse cargo de lo que pasa con grupos socialmente excluidos, con personas en situación de pobreza, con grupos discriminados por su orientación sexual, por su identidad, origen étnico. Además, yo estudié en un colegio jesuita, así que para mi era importante estudiar en una universidad que tuviera un compromiso. Y sobre todo, una mirada sensible, que no fueran indiferentes al sufrimiento de otras personas.

En la actualidad, múltiples y diversas instituciones buscan afrontar los desafíos en torno a la desigualdad de género, incluso en las universidades. Y lo han hecho desde distintos focos. ¿Qué componentes te parecen importantes tener presentes al momento de enfrentar estos temas desde una institución? 

Yo creo que hay algo importante, desde la perspectiva que tenemos en Fundación Ilusión Viril. Nosotros planteamos una mirada antipunitivista. Eso quiere decir que no es suficiente con que sancionemos a las personas que incurren en actos de violencia, sino que también requieren de un acompañamiento. Por eso, una de las líneas de trabajo de Ilusión Viril es la reeducación. Porque esa reeducación no tiene que ir apuntada solo a un género, a los hombres. Estamos en un momento de transición cultural, donde cambian los hábitos, cómo nos relacionamos, cómo discutimos y cómo tenemos conflictos entre nosotros, y eso va a seguir existiendo, van a seguir habiendo disputas y conflictos de poder, pero eso nos desafía a desarrollar otras herramientas para enfrentar esos conflictos. 

¿Podrías profundizar en ese antipunitivismo y cómo se podría aplicar en un espacio universitario?

Este debate no tiene que ser un debate moral, porque los hombres que agreden no lo hacen de malos -porque los hombres y las mujeres no somos ni buenos ni malos- somos seres humanos con luces y sombras. Por eso en Ilusión Viril intentamos que esto no se transforme en un debate moral, sino más bien en un debate político. Y por tanto, además de la perspectiva antipunitivista tiene que haber acompañamiento. Porque todas las personas nos equivocamos, y si en algún momento un hombre hace una broma sexista en un espacio universitario, yo no quisiera que a esa persona la manden a la hoguera, que lo crucifiquen o la funen en redes sociales, al contrario, queremos que esa persona reflexione y que podamos conversar. Con esos tres elementos sobre la mesa, al menos para nosotros, puede haber una propuesta de que la gente se pueda sumar a este trabajo. 

Por otro lado, se sigue cuestionando mucho la idea de lo “masculino” o lo “femenino”, y en términos culturales, se están promoviendo nuevas formas de ser, de sentirnos y de construirnos. ¿Crees que es necesario idear un nuevo lenguaje, nuevas bases para debatir en torno al género y las masculinidades? 

Creo que es una discusión abierta. Hace muchos años se habla de abolir el género y otras personas plantean que usemos los conceptos que ya tenemos. Probablemente en el futuro van a existir otros géneros, otras identidades, otras sexualidades, y eso ya está pasando. Pero creo que también hay que trabajar en lo que hoy es urgente. La violencia machista es urgente, porque esta costando vidas de las niñas y las mujeres, y también porque está costando vidas de los propios hombres; porque se están suicidando, porque 

están teniendo vidas tremendamente solitarias, porque tienen enfermedades de salud mental por las cuales no están pidiendo ayuda, porque muchos hombres están totalmente atravesados por los mandatos patriarcales. Por ello, hay que superar el debate binario, y para avanzar en la lucha contra la violencia machista, se necesita un diálogo respetuoso y colaborativo entre todos los géneros.

En un contexto de mucha polarización y de múltiples crisis, ¿de qué forma crees que los hombres pueden abrirse a reflexionar estos temas?

Estamos en una época en que la sociedad nos exige muchas cosas, y a los hombres de forma compleja con el mandato de género de la productividad. A mi me gustaría pensar que, junto con este trabajo introspectivo de quiénes somos y qué queremos ser, también haya una cuota de compasión. Y con esto me refiero a que seamos amorosos con nosotros mismos, que entendamos que este cambio no se hace en 24 horas, que también es importante cómo nos estamos tratando. Porque, de alguna manera, como yo me trato es cómo trato a los demás. Entonces creo que tiene que haber una cuota de compasión, de no culparme o de no castigarme si me equivoco o digo algo inapropiado. Está bien que nos interpelemos, pero también que nos cuidemos. Tiene que haber más cuidado, más compasión y más posibilidad de hacernos estas preguntas pero con amor, no desde un lugar castigador. 

Y en específico, ¿qué le dirías a las futuras generaciones que van a egresar de Psicología?

Que lo pasen bien. Yo tengo la filosofía de creer que mi revolución es complacer; no me interesa una revolución que sea sufrimiento o tortura para mi ni para nadie. Y lo segundo, que aprendamos a descubrir que muchos de los sufrimientos que tenemos en la sociedad no son polares, no ocurren porque las personas seamos buenas o malas. Me toca escuchar conversaciones muy polarizadas, muy moralistas, en poblaciones más jóvenes o en adolescentes. De creer que, porque yo tengo una filosofía o una forma de ver la vida, una sexualidad o una forma de alimentación, todos tienen que hacer lo mismo que yo: vestirse igual que yo, tener los mismos tatuajes y el mismo color de pelo. Y no. Ojalá no ser personas rígidas  y apreciar que hay personas que son distintas para que se pueda construir un debate profundo. Yo creo que en los momentos en que más he aprendido en la vida es cuando me he dado cuenta que me equivoqué, cuando me he reconocido ignorante. Eso les diría: ojalá que nunca dejen de reconocerse ignorantes. 

En estos 25 años de la Universidad Alberto Hurtado, el nuevo lema es “Universidad para el bien común”. ¿Cómo definirías este concepto? ¿Qué reflexión te genera? 

El bien común para mi tiene que ver con ver al otro. Hay un concepto que a mi me gusta mucho; el concepto de alteridad, que viene de la filosofía. Tiene que ver con la posibilidad de que el otro exista. En la medida que yo existo, reconozco al otro como un par, como alguien que tiene el mismo derecho de poder existir, de poder generar preguntas, sentir cosas, discrepar. Tiene que ver con que sepamos que vamos a cohabitar un mundo donde somos todas y todos distintos y que podemos reconocernos y respetarnos en esa diferencia.

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