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Claudia Alonso, Alumni Geografía y Magíster en Geografía y Ordenamiento Territorial UAH

Claudia Alonso, Alumni Geografía y Magíster en Geografía y Ordenamiento Territorial UAH: “La legislación tiene que jugársela mucho más por el uso de suelo. Ahí está la base de cómo […]

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Claudia Alonso, Alumni Geografía y Magíster en Geografía y Ordenamiento Territorial UAH: “La legislación tiene que jugársela mucho más por el uso de suelo. Ahí está la base de cómo administramos la casa”

Por: Patricio Aguilera Zulantay, Alumni Periodismo UAH.

Sus principales proyectos tienen que ver con el cambio climático, la gobernanza adaptativa y el impacto que tienen las transformaciones del clima y el entorno en el ser humano. Desde su pasión por las ciencias ambientales, y como actual investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR(2), ha logrado impactar a pequeña y gran escala con sus investigaciones. 

A partir del titular de esta entrevista, comencemos analizando la administración de la casa, de este espacio que habitamos. ¿Qué tan complejo es el panorama en torno al uso de suelos en Chile?

Hay un asunto tremendo con el uso del suelo; un desafío al hacer compatibilizar los recursos y los servicios ecosistémicos con la expansión de los humanos, la sobrepoblación de los espacios. Hay personas que se compran una parcela en un lugar que le parece bonito, pero vienen con todas las costumbres citadinas y erosionan los espacios, las dinámicas locales; ponen cemento donde nunca hubo o instalan una casa al lado de un humedal donde pueden generar un impacto tremendo.

 

¿Cómo abordarías esa lucha entre los intereses de una persona particular y el espacio público? 

En Chile hay una cantidad de uso de espacio privado que todavía no se puede legislar. Y si no ponemos límites, se van a generar muchos más conflictos sociales y medioambientales. La legislación tiene que jugársela mucho más por el uso del suelo. Ahí está la base de cómo administramos la casa y cómo podemos mantener un estado de equilibrio entre el humano y la naturaleza. 

 

En primer lugar, cuéntanos cómo te fue cautivando la investigación desde tu ingreso a la UAH. 

Durante mi paso por la universidad, nunca tuve un foco referido a lo laboral; nunca me cuestioné lo que iba a hacer. Siempre mi guión estaba puesto en mi curiosidad innata: vivir de la curiosidad, investigar, tomar apuntes. Eso me encanta, y mi paso por la UAH potenció esa búsqueda, preguntarme por qué pasan las cosas. 

 

Y a medida que te acercabas a tu vida profesional, ¿cómo se fueron definiendo tus líneas de investigación?

Mi paso de la universidad a lo laboral se fue dando de a poco. Cuando salí fui ayudante y me di cuenta que me gustaba mucho la vida académica; llegué a la geografía de la salud, me incrusté en esa temática, que va muy de la mano de los determinantes sociales, un tema muy atingente en Chile. Después me centré en los incendios forestales, y ahí se enlazó con mi amor por la naturaleza, con estas ganas de protegerla, pero también ser consciente de que tenemos que evolucionar de alguna forma. Me empecé a educar mucho más en cómo nos vamos adaptando, cómo nuestras instituciones se adaptan y cómo la sociedad enfrenta este conflicto, y hoy trabajo en este paraguas gigante que es el cambio climático, desde la sequía, desde la utilización de los recursos. 

 

Lograste llegar a uno de los espacios de investigación más relevantes en la materia de nuestro país: el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR(2). ¿Qué líneas abordas ahí? 

Desde la UAH fui armando mi carrera a través de proyectos Fondecyt a los que me invitaban mis profesores, y así llegué al CR(2). Ahí estoy trabajando con  contaminantes de partículas ambientales, gobernanza adaptativa, en torno a la conversación necesaria entre un científico más duro y la sociedad. Y también me gusta mucho el desarrollo local; cómo bajamos la problemática y le ponemos nombre.

 

Como sociedad nos hemos involucrado mucho más con las distintas prácticas que pueden realizar los seres humanos en este proceso de adaptación, pero no se suele profundizar tanto en cómo se adaptan las instituciones.

Respecto a la adaptación, sobre todo en lo institucional, hay un largo trabajo por hacer, pero veo esfuerzos. El proceso adaptativo se da en la medida en que somos conscientes de lo que está pasando en nuestro entorno, de las herramientas con las que contamos, y los lenguajes que hablamos. Pasa mucho en Chile, donde la educación depende mucho de  nuestro poder adquisitivo, que todos hablamos distintos lenguajes. 

 

En ese sentido, ¿cómo se puede dialogar con otras personas, pero también con otras profesiones, capaces de aportar a este desafío global? 

Desde la geografía que me enseñaron en la UAH he tenido la posibilidad de comunicarme con distintas profesiones. La gran herramienta que me ha entregado la universidad es esta capacidad de analizar las situaciones y llegar a un lenguaje común, desarrollarnos con otras disciplinas, incluso con las más duras, porque podemos hacer monstruos de inteligencia y ver el mundo de una manera en común.

 

Se nota un fuerte lazo entre tu carrera y la UAH. ¿Qué elemento ha sido significativo dentro de tu formación profesional? 

Destaco la consigna de la justicia social, hacerle frente a las inequidades sociales. Desde el privilegio estamos muy sesgados y la UAH siempre te dice que somos diversos, y ahí está la magia. Lo veo muchísimo en el ámbito territorial, cuando a la problemática le ponemos el lugar y tiene características que yo no voy a poder resolver porque no soy de ahí. La universidad, en ese sentido, me entregó la escucha, trabajar de la mano de la ciencia, pero saber que lo social siempre está hablando. 

 

En ese sentido, y a partir de tu propia experiencia, ¿qué mensaje le darías a las nuevas generaciones de Geografía?

Las próximas generaciones se van a  enfrentar a situaciones y amenazas siete veces más grandes que nuestros abuelos. El desastre natural no lo podemos evitar pero sí podemos evitar que los riesgos aumenten. Creo que el desafío del geógrafo del futuro es enfrentar ese proceso, y por qué no, aprovechar las nuevas tecnologías y hacerlas conversar. 

 

En estos 25 años de la Universidad Alberto Hurtado, el nuevo lema es “Universidad para el bien común”. ¿Cómo definirías este concepto? ¿Qué reflexión te genera? 

Ese concepto ha estado presente durante toda mi carrera. El bien común no es algo tuyo y mío que se juntan, es el todo: tiene que ver con las condiciones del ser humano, de cómo vivir mejor y cómo vincularme con el entorno. Pero también el bien común pone al ser humano en jerarquías, hegemonías. Es un concepto muy valioso para perfilar las carreras, sin embargo genera estas dicotomías entre lo que es mio y no, entre lo privado y lo público. 





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