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Constanza Gutiérrez: «Mis ganas (por escribir) nacieron poco después de haber aprendido a escribir, cuando tenía siete años. No podría decirte bien cómo ni por qué, simplemente me dieron ganas y empecé a hacerlo»

En el día Internacional del Libro, conversamos con Constanza Gutiérrez, autora de “Incompetentes” y “Terriers” y exalumna UAH, sobre sus influencias e inicios en la escritura, la que define como su refugio desde siempre y especialmente en este tiempo de pandemia y cuarentena

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Por: Facultad de Filosofía y Humanidades

Este 23 de abril celebramos un nuevo día mundial del libro y, en un momento en que numerosas personas se han visto obligadas a reducir el tiempo que pasan al aire libre, hay que aprovechar el poder de los libros. Para muchos, la lectura puede ser desde una ayuda para estimular nuestras mentes hasta una alternativa para combatir el aislamiento.

Para celebrar la importancia de la lectura y fomentar el amor a la literatura es que hemos entrevistado a la escritora y exestudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura UAH, Constanza Gutiérrez, quien a los 21 años ganó el premio Roberto Bolaño por el cuento «Arizona» (2011). Su primer libro, Incompetentes (2014), sobre unos estudiantes en toma, fue tremendamente elogiado por la crítica. Tres años después, publicó Terriers (2017), con el que logró el Premio Municipal de Santiago 2018 y fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

La escritora castreña nos cuenta cuáles fueron sus primeros acercamientos al mundo de la literatura y su pasión por la escritura. Asimismo, recuerda cuáles fueron sus primeros textos y rememora su paso por la carrera de Lengua y Literatura: “Algunas cosas que leí en la universidad las habría leído también de no haber estudiado, pero lo que pasó es que sí fui a la universidad y estas cosas las encontré ahí. Me divertí mucho”.

 

—¿Recuerdas el primer libro que leíste y la primera historia que escribiste?

Mi primer libro era el de un solo poema: Margarita, de Rubén Darío. Mi mamá me lo regaló y leyó cuando tenía cuatro años y me gustó tanto que se lo pedía todas las noches. Me lo supe de memoria mucho antes de aprender a leer. Después, cuando terminé primero básico, recuerdo haber leído Corazón de Edmundo de Amicis y el primer Papelucho. Esos fueron mis dos primeras novelas. Y respecto de mi primera historia: la escribí a los siete años u ocho años (no estoy segura porque las salas de clases que tuve en segundo y tercero básico eran casi iguales y eso ha fundido todos mis recuerdos de 1997 y 1998). Era un resumen de Bambi con arreglos míos por aquí y por allá. Por esos mismos días también hice el intento con la letra de una canción y recuerdo que la primera que escribí también era copia (de Demoliendo Hoteles, de Charly García, la que conocía porque mi hermano era fan).

 

—¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

Hay diferentes maneras en las que un libro te puede impactar y la verdad es que no recuerdo exactamente lo que sentí cuando leí el primer Papelucho, pero sé que me impactó porque después de leerlo quise seguir con todos los demás y hablaba todo el día de eso. También empecé a imitar la manera de escribir de Marcela Paz. De lo que sí tengo un recuerdo más vívido es de cuando leí el primer Harry Potter: tenía diez años, era el año 2000 y llevaba al menos uno oyendo de esos libros; mis compañeros de curso decían que eran buenos, pero nunca había tocado uno. Un día, aburrida en el recreo del almuerzo, mientras mis compañeras ensayaban una coreografía que yo no quería bailar, le pedí a una de mis amigas (que sí estaba bailando) su copia de La piedra filosofal. Fue solo porque estaba ahí encima de su banco, para pasar el rato, pero cuando terminó el recreo tuve que pedírselo prestado, porque la manera en la que me atraparon esas primeras páginas (lo rechazado que era Harry, pero lo digno que era en contraposición; la ironía con el que se hablaba de sus tíos y de los adultos en general; la misteriosa serpiente con la que sólo él podía hablar) fue de una vez y “para siempre”: desde ese preciso momento pasé mucho tiempo obsesionada con el mundo de Harry Potter, más o menos tres años (hasta que descubrí la música pop).

 

—¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?

Creo que ninguna, al menos no una que recuerde ahora.

 

—¿Y algún sitio favorito para escribir?

De preferencia, me gusta que haya disponible para mí una mesa y una silla.

 

—¿Cuándo nacen tus ganas de escribir y cómo tu experiencia en la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura es parte de este proceso?

Mis ganas nacieron poco después de haber aprendido a escribir, cuando tenía siete años. No podría decirte bien cómo ni por qué, simplemente me dieron ganas y empecé a hacerlo.
Estudiar la licenciatura en Literatura me enseñó una manera de estudiar la materia con la que trabajo.

 

—¿Qué escritor o libro influyeron en tus ganas de escribir mientras eras estudiante?

Entré a estudiar Literatura porque ya escribía, pero de las cosas que leí en la universidad y que me gustaron mucho (y eso siempre me entusiasma a seguir escribiendo), podría nombrar el curso de Medieval y también el del siglo de oro de la literatura española: qué buena época. Reí mucho leyendo el Quijote y el Lazarillo, me emocioné con La vida es sueño, y así. La profesora de ese curso se llamaba Ana María Maza y recuerdo que comentó muy a la pasada que le había gustado mucho Los Buddenbrook de Thomas Mann y que yo lo leí por eso, porque me transmitió su entusiasmo no más, y de ahí en adelante me hice gran fan de Mann, seguí leyéndolo todo. También me encantó conocer a Luciano de Samosata gracias a un electivo de literatura de aventuras y discurso hegemónico que daba el escritor José Leandro Urbina. Bueno, todo en ese ramo y todos los de ese profesor. Él hacía casi todos los cursos de literatura latinoamericana y a mí realmente me gustó haber tenido que leer tanta literatura latinoamericana entre los ramos obligatorios, que eran como cinco, y los electivos. ¡Tantas horas para pensar en Manuel Puig! Lo máximo. De esos electivos recuerdo que me gustó particularmente el de literatura de Brasil con Fernando Pérez Villalón, donde me encontré con Joao Guimaraes Rosa, a quien nunca había leído y ahora es de mis favoritos, y que gracias al de literatura peruana leí Los ríos profundos, de Arguedas, que caló profundamente en mi corazón. Bueno, ahora que me puse a pensar, todo me gustó. La pasé súper bien. Recuerdo que había leído Madame Bovary durante la adolescencia y había pensado que era muy trágico y luego leerlo para Literatura Contemporánea y agarrarme la guata de la risa en algunas partes. Y haber tenido un ramo de géneros “menores” como cartas y crónica, con Constanza Vergara, que también fue lo máximo. No sé. Quizás algunas cosas que leí en la universidad las habría leído también de no haber estudiado, pero lo que pasó es que sí fui a la universidad y estas cosas las encontré ahí. Me divertí mucho.

 

—¿Qué estás leyendo ahora y qué estás escribiendo?

Por estos días leo Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek, y escribo cuentos, como siempre.

 

—¿Cómo describirías escribir en pandemia, en cuarentena y con todo este contexto tan agobiante?

Escribir me parece lo contrario de agobiante. Era mi refugio antes y lo es ahora.

 

—¿Cómo crees que está el panorama editorial para los escritores contemporáneos?

La verdad es que no tengo idea y podría aventurarme y opinar, pero creo que sería falto de humildad: soy escritora y no entiendo nada del negocio de las empresas.

 

—Si solo pudieras darle un consejo a un estudiante UAH que tienes ganas de empezar a escribir pero no sabe cómo ¿cuál sería?

No solo a los de la UAH, sino a cualquiera: que se siente y escriba.

 

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