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Simone Fonseca, alumna de Trabajo Social UAH y ayudante del curso de nivelación de cuarto medio para migrantes: “Las clases las hicimos por salas de Facebook”

Durante el primer semestre del 2021, siete estudiantes de la UAH impartieron clases virtuales de historia, matemática, lenguaje y ciencias naturales a cuarenta migrantes haitianos que se prepararon para rendir la prueba de cuarto medio laboral que ofrece el MINEDUC. Un examen tipo PSU que es una oportunidad para quienes quieren nivelar estudios y para obtener un certificado de cuarto medio con fines laborales: “Todos los jueves de siete a nueve de la noche a través de las salas de Facebook y grupos de wasap los alumnos se conectaron”, dice la coordinadora, Simone Fonseca.

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Por Carmen Sepúlveda

La alumna de quinto año de Trabajo Social UAH, Simone Fonseca es una de las coordinadoras del plan de estudios de nivelación de cuarto medio laboral dirigido a la población haitiana que acaba de cerrar el primer semestre con la satisfacción de haber preparado lo mejor posible a un grupo de cuarenta personas que darán el examen cuando lo disponga el Ministerio de Educación porque las fechas de rendición de la prueba han cambiado debido a la pandemia y en alianza con la I. Municipalidad de Estación Central, el Centro Universitario Ignaciano  informa de los lugares de rendición, con día y hora.

Según explica Simone, este programa se creó porque en Chile la mayoría de las empresas piden a los migrantes como requisito tener el cuarto medio rendido y “nosotros asumimos el desafío de prepararlos para lograrlo”. 

La prueba que imparte el MINEDUC mide conocimientos básicos de enseñanza media, el temario es extenso, pero en la práctica son cuatro preguntas que deben resolverse en una hora y una vez evaluadas el ministerio entrega un certificado para fines laborales y para sacar licencia de conducir. Según lo observado por Simone, la materia más difícil es historia de Chile porque “toda la información es nueva para ellos, pero el resto es bastante intuitivo y es una buena instancia porque en nuestro país existen muchas trabas para la convalidación de estudios de los migrantes y esta prueba reconoce haber cursado la enseñanza media”, dice.

Este primer semestre se inscribieron cuarenta personas que estudiaron en cinco sesiones en clases simultáneas. La mayoría tienen en promedio entre 30 y 40 años y no todos se manejan con la tecnología, “pero los apoyamos durante todo el proceso”, explica Simone. Otro punto relevante, es que los alumnos tienen su situación de residencia en regla y visa en trámite y asisten a estos cursos porque están muy interesados en cumplir con todos los requisitos que les exige el país para poder incluso postular a los beneficios sociales como el IFE y tener atención médica. 

Las y los estudiantes de la UAH se organizaron en duplas con semanas de planificación para estructurar contenidos, metodología y ensayos porque se guiaron de acuerdo a la última prueba realizada por el Ministerio. Pero, durante la pandemia se vieron enfrentados a superar uno de los grandes problemas educativos del país: la brecha digital que impactó a la comunidad haitiana tanto como a los sectores más vulnerables de la sociedad chilena y eso, en un principio, dificultó la conexión virtual, pero no impidió la planificación.

Los voluntarios y estudiantes de la UAH tuvieron que hacer encuestas para saber si los alumnos y las alumnas estaban en condiciones de asistir a las clases virtuales, y se dieron cuenta que la gran mayoría de las y los haitianos matriculados, no contaba con un computador, pero sí un celular, entonces los organizadores decidieron hacer clases por salas de Facebook. “Era lo más fácil para ellos y conversando con ellos supimos que muchos no tenían un lugar adecuado para estudiar porque se conectaban en las micros o en sus casas con sus hijos”, señala.

Simone con sus 27 años y mamá de una niña de cinco, prepara su tesis de Trabajo Social que tiene que ver con esta experiencia: “Estoy investigando sobre mujeres migrantes haitianas que se desempeñan como vendedoras ambulantes y su percepción en torno a la discriminación en el trabajo formal, busco en sus relatos saber cómo es la búsqueda de un trabajo formal y si logran identificar distinciones y criterios de discriminación”, explica.

Parte de su historia es que lleva cinco años involucrada en diferentes programas de integración a la comunidad haitiana en la comuna de Estación Central. Primero como voluntaria del proyecto Zanmi, un curso para enseñar español que inauguró el Centro Universitario Ignaciano y ahora mucho más madura, ayuda a motivar a nuevos estudiantes para que se sumen en esta tarea de dar un servicio académico de calidad y gratuito.

– ¿Por qué Facebook y wasap resultaron ser más cómodos para hacer las clases virtuales? –

-Porque cuando les pedíamos a los/as alumnas conectarse por zoom tenían problemas porque esa plataforma ocupaba mucho espacio en los teléfonos celulares y no todos sabían cómo usarla, en cambio Facebook y wassap eran más fáciles y resultó muy bien.

– ¿Cómo lograron implementar las tareas o trabajos de desarrollo? – 

– Como en su mayoría no tenían computador, pero sí teléfono las tareas las revisábamos con sesiones de wassap. Fue un todo un desafío porque le corregimos hasta la ortografía.

– Para ti: ¿Qué es lo mejor de esta experiencia? –

– Llevo cinco años trabajando con comunidad migrante y soy una convencida que es una instancia fundamental para cualquier estudiante porque es una ayuda real que facilita la inserción laboral a cientos de personas. Yo les digo a los estudiantes que piensen en cómo robustecer el compromiso por el bien común superior de entregar una herramienta educativa y eso se cumple.

– Y la interculturalidad: ¿Cómo la vives? – 

-La interculturalidad es muy enriquecedora. En todo este tiempo de trabajo conozco a los alumnos y como soy muy buena para aprenderme los nombres, aunque sean difíciles, cuando llegan atrasados a clases los nombro y ellos se sienten reconocidos. La verdad es que son espacios de socialización muy relevantes para ellos y los estudiantes son súper agradecidos y en este momento que es tan crítico para todos me cuentan hasta sus vidas y sus miedos.

– ¿Qué se aprende? –

-El aprendizaje para mí es aprender el respeto hacia el otro, comprender el alcance de los derechos humanos y lo fundamental que es buscar la justicia social con acciones concretas cuando el Estado no llega. El principio de este programa educativo se sostiene por la convicción de que migrar es un derecho humano y que muchas de estas personas llegan al país por difíciles razones políticas y buscando una mejor calidad de vida para sus hijos.

– ¿Y qué es lo más complejo? –

-No tener las herramientas pedagógicas necesarias para manejar situaciones adversas. Se aprende del ensayo y error.

El Centro Universitario Ignaciano (CUI) es un espacio abierto a las culturas y a las distintas formas de expresión comunitaria, y todo el trabajo que suman los cursos de español y los talleres para niños haitianos cultivan el respeto por la diversidad. En esa línea, estos cursos son un modo colaborativo de trabajar y una apuesta en donde el deber de la Universidad está en entregar las mejores capacidades para que cada comunidad pueda escribir su propia historia. “La sociedad nos ha confiado la tarea de compartir el conocimiento y retribuir con estas iniciativas es una tarea de justicia”, concluye Andrea Espinoza, Coordinadora del área social del CUI.

Por último, para quienes estén interesados en participar en estos cursos, las inscripciones para el segundo semestre comienzan después de vacaciones de invierno y deben enviar sus datos a zanmi@uahurtado.cl Esta experiencia comunitaria califica como ramo teológico obligatorio para el pregrado.

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