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Una ciudad en movimiento: El circo tradicional en Chile y su huella en la memoria urbana

Columna de opinión de Juan Carlos Skewes, académico del Departamento de Antropología, miembro del equipo de la investigación participativa sobre el Circo Tradicional Familiar en Chile.

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Fuente: La Tercera.com

El haber nacido en una sociedad sedentaria marca de un modo definitorio el concepto de habitar: se aspira a tener una, si no dos casas, vivir en un barrio, tener una identidad con el vecindario, levantar construcciones permanentes, especialmente aquellas ligadas al poder y el credo, mantener monumentos y declarar como patrimonio todo aquello sólido que tiene un poder evocativo de un pasado con raigambre territorial. Lo permanente, lo duradero, lo que sobrevive al paso del tiempo es a lo que se aspira y lo que se valora. La ciudad, en este sentido, es asiento de una arquitectura rígida que se constituye en parte de su topografía.

El circo, en el contexto de la topografía urbana, es fugaz, transitorio. Pertenece a ese tipo de fenómenos que encantan por su instantaneidad pero cuya presencia se desvanece en cuanto desmontada la carpa. Sin embargo, esa cápsula de emociones intensas, de alegría y suspensa, traza su recorrido en la memoria colectivo. Se nos viene septiembre, se nos viene el circo. General Velásquez, a la avenida Francia en Valdivia, o junto a los bomberos en Panimávida. Y se viene en septiembre, noviembre u octubre según sea el caso. Está en el recuerdo infantil y en la conciencia colectiva que sabe el cuando y sobre todo el donde van emerger las coloridas carpas, precedidas de camiones y altoparlantes. “Llegó el circo”, anuncian, y los carteles anuncian sus funciones “en esta ciudad”.

De aquí deviene una de las paradojas que el circo plantea a la ciudadanía: es un bello recuerdo de infancia de una actividad de la que prácticamente no se tiene conocimiento. Sin embargo, las carpas levantadas tanto en los estacionamientos de los malls, en sitios eriazos, y para los más modestos, que no tienen carpa, en gimnasios municipales, a lo largo y ancho del país, hablan de una historia diferente cuya fugacidad encanta y, luego, se disipa. Para conocer el circo hay que ser nómade o trashumante o, de lo contrario, despojarse de los prejuicios que esta sociedad sedentaria ha impuesto a sus habitantes.

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