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En busca de los filósofos

Los académicos Francisco Pereira y Juan Manuel Garrido, de la Facultad de Filosofía de la UAH, fueron entrevistados en este artículo que reúne a jóvenes y destacados filósofos chilenos.

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El artículo, publicado por el diario La Tercera el sábado 12 de marzo, se pregunta por qué las nuevas generaciones de filósofos chilenos parecen estar en silencio ante los grandes debates que existen en nuestro país. Para conocer sus opiniones sobre la Filosofía y su aporte a la discusión pública entrevistó a jóvenes filósofos entre los que destacan dos académicos de la Facultad de Filosofía de la UAH.

Juan Manuel Garrido, director del doctorado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado
“Nunca en Chile habíamos necesitado tantos filósofos”

Doctor en filosofía por la Université Marc Bloch de Strasbourg, a sus 42 años se desempeña como director del doctorado de la Universidad Alberto Hurtado. Especialista en filosofía moderna y contemporánea, estudia Kant, fenomenología y desconstrucción.

¿Qué rol tiene la filosofía en el contexto actual?


Es paradójico porque, por una parte, la filosofía parec ser un lujo intelectual y por otra, si tú te fijas históricamente, está casi siempre asociada a momentos de crisis o postcrisis. La Primera Guerra Mundial, la Segunda, el periodo de entre guerras, son momentos de gran efervescencia intelectual filosófica. Frente a la pérdida de evidencia y la necesidad de buscar un lenguaje que permita pensar nuevamente lo que te rodea, el quehacer filosófico se hace protagónico.

¿Chile está pasando por una crisis?
Tengo la idea de que Chile, en el fondo, ha dado un paso hacia adelante y no hacia atrás. De que efectivamente hay una clase más constituida, que hay acceso a los bienes públicos, a la educación y que eso mismo ha generado una mayor demanda, justificada, por reconocer los clásicos abusos y contradicciones latinoamericanas. En Chile no hay una época de oro que idealizar, pero si tú miras la prensa de Francia, hay una nostalgia constante, incluso en Alemania, que es tan exitosa, pasa lo mismo, lo que de hecho es un poquito preocupante. Lo que me gusta de la situación de Chile es que, como no hay un pasado al que mirar, hay una demanda y hambre de futuro y de participar de ese futuro. El descontento se disfraza de crisis, lo que no necesariamente es sano para el debate público, porque este tiene cosas buenas y malas. Del descontento viene el hambre de futuro, que es la única manera de que haya uno mejor.

Sin embargo, aquí la filosofía no parece estar muy presente en el debate público.

Por eso uno espera que se forme a los ciudadanos en la filosofía, para que justamente desarrollen ese tipo de capacidades, que sin duda hacen falta. En algún momento todos necesitamos tener la habilidad de preguntarnos, por ejemplo, por qué presuponemos que el crecimiento es bueno sin que suene como una pregunta estúpida. Ahí necesitamos el lenguaje y el razonamiento, para cuestionar los supuestos con que operamos. Esta no es una necesidad exclusivamente de los filósofos. Es tremendo cuánto nos hace falta disponer de estas habilidades reflexivas, críticas, que no son genéticas, sino culturales. Nunca en Chile habíamos necesitado tantos filósofos, nunca habíamos necesitado tanta filosofía, la que está en una situación precaria en los colegios.

Francisco Pereira:
“No hay políticas públicas claras que se orienten al desarrollo de la filosofía”

No parece filósofo sino que músico, pero tiene un doctorado en el King’s College London y es académico a tiempo completo en la Universidad Alberto Hurtado. Tiene 41 años, le obsesiona el pensamiento del escocés del siglo XVIII David Hume y se ha especializado en la filosofía que trata de entender cómo funciona la mente humana y sus manifestaciones, como las creencias o las emociones. También “encuentro fascinante preguntarse desde una perspectiva filosófica cuál es la naturaleza de nuestras percepciones”.

¿Cuál crees tú que es el aporte de la filosofía?
Es de suma importancia, especialmente en una cultura ágil, fugaz y fragmentaria como la actual. Los matemáticos realizan demostraciones utilizando números, pero no se preguntan si realmente existen los números. Votamos en una elección, sin embargo, normalmente no nos cuestionamos acerca de los fundamentos de ese comportamiento o no nos planteamos un escenario en el que simplemente esto no sea valorado. Muchos somos capaces de apreciar la belleza de un cuadro o el colorido de un atardecer invernal, pero nunca analizamos si la belleza es algo objetivo e independiente de nuestros paradigmas culturales. La filosofía remueve los cimientos que están a la base de muchos de los supuestos con los que operan otras disciplinas o bajo los cuales parecen fundarse muchas de las prácticas sociales habituales.

¿Por qué en Chile los filósofos no están en la discusión pública?
La respuesta no es fácil. Evidentemente hay temas filosóficos que sin duda se alejan de los debates de interés público debido a su naturaleza más abstracta o técnica, pero no menos importante. Además de eso se me ocurren rápidamente tres consideraciones. La más trivial es que la masa crítica de filósofos no es comparable con el número de investigadores de otras áreas en las cuales el desarrollo y el financiamiento es más palpable. No hay políticas públicas claras que se orienten al desarrollo de la filosofía. Segundo, en Chile los centros de estudio filosóficos normalmente están vinculados de forma directa o indirecta a proyectos institucionales específicos, por ejemplo, de carácter político o religioso. Lamentablemente muchos de ellos (hay excepciones ciertamente) no comprenden la importancia de la libertad de cátedra y creo que esto en ocasiones se traduce en mecanismos de presión o de censura (explícita o tácita) que hacen que los académicos no se expongan públicamente. En tercer lugar, las compañías y gerencias chilenas son extremadamente conservadoras y aún no integran a sus filas a filósofos que estoy seguro contribuirían a la creación de proyectos e ideas. Aquí no abundan los innovadores. Aparte de todo eso, su lenguaje especializado y sus tiempos muchas veces impiden que los filósofos participen del debate por falta de tiempo, comodidad, inseguridad a la hora de someterse a la reacción de la comunidad o simplemente falta de interés en las “distracciones” de la contingencia. Espero que todo esto cambie y se abran nuevas puertas.

¿Cómo ves el futuro de la filosofía en Chile?
La veo más participativa y dialogante con otras disciplinas. Al menos así me gustaría que fuera. También espero que su estudio conserve su integridad académica, pero que al mismo tiempo logre integrarse en el mundo privado y en la gestión de políticas públicas. Creo que los filósofos tienen mucho que aportar ahí. Por último, espero algún día (aunque esto parece utópico) logre ser apreciada y reconocida por los diversos organismos e instituciones que financian la investigación con recursos públicos y que sus cultores sean valorados con remuneraciones decentes.

¿Hay algún filósofo nacional que quieras destacar?
En Chile hay filósofos de diversas tradiciones que han realizado un trabajo interesante. Destaco al recientemente fallecido Alfonso Gómez-Lobo, a Pablo Oyarzún y a Roberto Torretti. Todos ellos sin duda han formado escuela. Por otra parte, hay filósofos con mayor impacto mediático fundamentalmente por el importante rol político que jugaron, por ejemplo, durante la dictadura de Pinochet, pero no particularmente por su obra.

También hay muchos jóvenes que están cursando sus estudios de doctorado afuera. Espero vuelvan y ayuden a renovar el ambiente. Algo así hemos intentado hacer junto a otros colegas (José Tomás Alvarado, Eduardo Fermandois, Julio Torres, Wilfredo Quezada, Miguel Orellana, etc.) al fundar la Sociedad Chilena de Filosofía Analítica, con la que creo que hemos realizado un aporte modesto, pero importante visibilizando a Chile en la escena internacional y organizando conferencias.


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