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Chile y el sueño de la casa propia. Un viejo sueño con nuevos ropajes

“…no resulta extraño que los resultados de la encuesta “Chile Dice” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, revelen que el principal sueño de los chilenos es acceder a la casa propia. Sin embargo, este deseo histórico adquiere matices particulares: hoy los chilenos queremos una casa cómoda.  ¿Qué implica en el Chile actual acceder a una casa cómoda? ¿Por qué en una sociedad donde el acceso al crédito se ha masificado acceder a la casa propia sigue siendo un deseo incumplido?…”

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Lorena Pérez Roa, académica de Trabajo Social UAH.

Conocida es la canción “la casa nueva” del Temucano que tararea la felicidad de una pareja al acceder al sueño de la casa propia. Una casa nueva, a letra del cantautor, es el fruto del esfuerzo de años de “penas blancas”. Penas blancas que representan aquellos años de ahorros y sacrificios económicos, qué para gran parte de los chilenos implica acceder a la tan anhelada casa propia.  De esta manera, no resulta extraño que los resultados de la encuesta “Chile Dice” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, revelen que el principal sueño de los chilenos es acceder a la casa propia. Sin embargo, este deseo histórico adquiere matices particulares: hoy los chilenos queremos una casa cómoda.  ¿Qué implica en el Chile actual acceder a una casa cómoda? ¿Por qué en una sociedad donde el acceso al crédito se ha masificado acceder a la casa propia sigue siendo un deseo incumplido?

Querer una casa propia, un auto del año y un perro grande, es la imagen publicitaria que desde hace años los y las chilenas nos enfrentamos cotidianamente. Es la imagen de éxito económico que se instaló con fuerza en nuestros imaginarios sociales. Esta idea se ha visto reforzada por un proceso de bancarización y de masificación del crédito que no sólo profundizaron y diversificaron las posibilidades de consumo de los chilenos, sino que también ampliaron las expectativas de consumo a una parte de la población que antes se encontraba excluida de éste (Barros, 2008). En efecto, en Chile existen aproximadamente trece millones de tarjetas de crédito emitidas, según cifras de la SBIF, 2017. Con ellas accedemos a una diversidad de bienes y servicios que para muchos eran impensados hace años. Sin embargo, y a pesar de que en Chile todo puede conseguirse en cómodas cuotas, la deuda hipotecaria sigue siendo una realidad de pocos. Y es que, en Chile, todos estamos endeudados, pero, no todos tenemos los mismos tipos de deudas. Según la última Encuesta Financiera de Hogares el 73% de los hogares en Chile tiene algún tipo de deuda. Siendo la de mayor tenencia la deuda de consumo (63%), seguida por la hipotecaria (19%) y la de educación con un 8% (Banco Central, 2015). Lo anterior implica suponer que acceder al crédito hipotecario sigue siendo un sistema de endeudamiento para la élite. Si bien la tasa de interés es baja, los requisitos de acceso al crédito se han sofisticado: un pie de un 20% del valor de la vivienda, buen historial de crédito, contratos a plazo fijo y un mínimo de renta fija demostrable. Todos ellos, indicadores que para el chileno promedio, cuya renta líquida bordea los 500.000 pesos (Fundación Sol, 2017) y cuyas condiciones laborales distan de las exigidas por la banca, son evidentemente difíciles de cumplir. Tampoco tenemos muchas posibilidades de ahorrar para la vivienda. Sólo un 26% de los chilenos tiene hábitos de ahorro. Pero el problema no es que no queremos ahorrar, sino que simplemente no podemos. En un contexto de privatización de los servicios, en donde debemos pagar e -incluso endeudarnos- para acceder a la educación y a la salud, y donde muchos chilenos se endeudan para poder responder a sus necesidades básicas teniendo serias dificultades para llegar a fin de mes (ver: dedeudasypagos.cl) ahorrar para la vivienda se vuelve un imposible.

 

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