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Elisa Avendaño Curaqueo: música y saber mapuche

Columna de opinión de Lorena Valdebenito, académica del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado.

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Fuente: Revista Mensaje

 

Por primera vez, una mujer de los pueblos originarios ganó el Premio Nacional de Música. Su trayectoria está fuertemente vinculada a la transmisión de los saberes y la tradición del mundo mapuche.

Junto al poder de una expresión musical de alto valor patrimonial, lo que se percibe en el otorgamiento del Premio Nacional de Música 2022 es también el reconocimiento a una  significativa labor de difusión de la cultura y el patrimonio mapuche.

Quien ha recibido ese galardón, Elisa Avendaño Curaqueo, es una cultora, investigadora y transmisora del pensamiento y la cultura de ese pueblo, que detenta una importante trayectoria de tres décadas en Chile y diversos escenarios en el exterior.

Efectivamente, la decisión del jurado de reconocer a una mujer perteneciente a los pueblos originarios ha significado cierta sorpresa en algunos sectores, en vista de que habitualmente este reconocimiento se ha otorgado a representantes de la música tradicional o la música docta. La música étnica rara vez ha sido destacada en instancias como estas, por lo cual esto representa un hito.

En tal sentido, tiene especial valor que se le haya otorgado este reconocimiento a alguien que asume tan claramente la representación y la interpretación de la cosmovisión del pueblo mapuche. Y, en este caso, no se trata de una figura dedicada únicamente a la canción de autor, pues el premio puede leerse también desde la perspectiva de que ella es una figura muy política, muy activa en la comunidad mapuche. Elisa Avendaño representa, así, un perfil muy atractivo en relación con la cosmovisión de su pueblo.

Tampoco encarna la habitual figura que reconocemos como artista, por cuanto se posiciona en expresiones musicales de culturas ancestrales —y de las comunidades que no identificamos meramente como «occidentales»—, expresiones de una música que es dialogante con ciertas realidades culturalmente valiosas, como la naturaleza o —como es en el caso particular de ella— las prácticas medicinales de larga tradición. Así, la decisión del jurado que otorgó el Premio Nacional en esta ocasión se ha descentrado de la música misma, asumiendo que se está frente a una figura más compleja, y mucho más amplia que su sola labor musical. En este sentido, se reconoce en la figura de las y los músicos un carácter más amplio que el de actor vinculado con la música.

Música de dimensión oral

En el caso de Elisa Avendaño se observa un trabajo musical que destaca dentro de la música chilena, contando tres trabajos discográficos. Sin embargo, el activismo y difusión que ella ejerce sobre su práctica musical es mucho más enriquecedor en los espacios underground, en espacios muy locales, específicos, donde ella es muy bien recibida por las comunidades: existe ahí un espacio en el que se posiciona muy bien, aunque no es uno suficientemente visible para quienes no pertenecen a esos grupos. La suya es una gran trayectoria, pero no siempre ha estado ella en una situación donde se haya podido visibilizar adecuadamente su trabajo.

Por otra parte, la música mapuche tiene una dimensión eminentemente oral. No está dada a ser objeto de grabaciones ni registrada en partituras. Es solo la transmisión oral la que prevalece.El hecho de que sea una música que no está asociada a un registro, ya sea en la escritura o en el audio, permite una mayor fluidez en cómo se va trabajando el acervo patrimonial a través del tiempo. Se da un mecanismo simbólico sobre cómo se concibe la música, la que es más que solo sonido, pues la música también es la palabra. En mapudungun es muy importante el texto.

En los mapuche es muy importante la dualidad entre texto y música. En vista de que hay una forma amigable de relación con la naturaleza, en la música mapuche se involucran muchas imitaciones de los sonidos de la naturaleza. Así se hace en el canto al que se invita en la música mapuche.

Los sonidos se pueden incluso poner en una partitura y ese es un ejercicio al que invitaría la música mapuche. No se debe olvidar la experiencia de Oliver Messiaen, quien escribió sus obras sobre la base del canto de los pájaros. O bien recordemos cómo todas las interpretaciones de Violeta Parra sobre Gracias a la vida llegan a ser versiones distintas unas de otras.

Trayectoria

Elisa Avendaño Curaqueo ha tenido una permanente actividad de difusión de los valores artísticos y los saberes mapuche. Esto la ha proyectado incluso internacionalmente, pues desde la década de 1990 ha recorrido América Latina y Europa, presentándose también en compañía de otros exponentes de música étnica. De hecho, en Nueva Zelanda ha actuado compartiendo escenario y trabajado con indígenas.

Canta desde hace cincuenta años, habiendo comenzado cuando niña en la comunidad rural Manuel Chavarría, de Lautaro, donde creció. Durante muchos años se desempeñó como dirigente social, hasta que con la restitución de la democracia decidió dedicarse a cantar, como actividad principal.

En diversas entrevistas, Elisa Avendaño se ha definido como «una cantora que canta para enseñar, transmitir y mantener» la cultura mapudungun. La suya es una interpretación a viva voz, acompañada del kultrun, aunque también parte importante de sus actividades han estado desde hace años puestas en acompañar a machis y en investigar y recopilar distintas expresiones culturales de su pueblo.

En su libro Mapuche zomo un ad newen trata precisamente de la vestimenta mapuche, así como de su orfebrería. Igualmente, ha investigado sobre la danza de su pueblo, lo que ha podido hacer en recorridos y visitas a distintas zonas mapuche durante años.

En 1987 comenzó una serie de giras por nuestro continente y Europa, gracias a invitaciones a mostrar las expresiones artísticas del mundo mapuche, así como a organizar expresiones de arte de los pueblos originarios.

El año 2008 recibió el Premio Nacional «Santos Chávez» a la Trayectoria Artística de la Mujer Indígena. Para entonces su conocimiento de distintos saberes, el canto, la música, las danzas territoriales, la vestimenta, la orfebrería y la medicina tradicional, ya habían sido sistematizadas en su estudio, de modo que Elisa Avendaño Curaqueo se encontraba así en el campo de la educación. Realizó clases y cursos en liceos, colegios, universidades, centros educativos, instituciones públicas y privadas, cárceles y diversas comunidades para transmitir el kimün, ese «conocimiento», en otra traducción aproximada desde su lengua madre.

El año 2000 publicó el libro Wilipag. Música del pueblo mapuche, en el que explica los instrumentos empleados en la música mapuche. El año 2005 escribió otro libro en el que recopila cantos para niños y el 2006 otro, referido a música para sanar según tradiciones mapuche.

«El vlkatun o tayvl, son sonidos musicales que fueron parte de los pueblos indígenas como medio de comunicación entre personas, la naturaleza y los dioses. La música es observar el

universo o espacio donde nos encontramos situados. Con la música podemos controlar el equilibrio de la alegría y el dolor, ya que podemos sentir en el cuerpo el pálpito del corazón, podemos alimentar el alma y el espíritu. Recrear la música, el sonido, es dar vida. Es por lo que el pueblo mapuche la incorpora en la sanación, en los deportes, en las ceremonias religiosas, como celebración la fiesta mapuche o la despedida de un ser querido. La música mapuche es un todo», ha dicho ella.

Quinta mujer premiada

Al anunciar el Premio, la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Julieta Brodsky, destacó «su rol como intérprete y su labor de difusión y transmisión del saber que resguarda hacia las nuevas generaciones. Coinciden asimismo en el impacto de su trayectoria tanto a nivel nacional como internacional. Esta candidatura da cuenta de la historia, presente y futuro de su pueblo y representa un precedente de revitalización y reconocimiento de esta tradición».

«Como jurado, sentimos una profunda alegría y orgullo por entregar por primera vez el Premio Nacional de Artes Musicales a una representante de los pueblos originarios de nuestro país. Elisa Avendaño es una gran exponente de la música de raíz, una persona que ha contribuido a revitalizar la cultura de su pueblo, a transmitir esta tradición a las nuevas generaciones, tanto a nivel nacional como internacional. Por medio de este premio, avanzamos como país en saldar una deuda histórica con nuestras raíces, sus tradiciones, música y lenguaje».

Antes, se había entregado el Premio a otras cuatro mujeres: Margot Loyola (1994), Elvira Savi (1998), Carmen Luisa Letelier (2010) y Miryam Singer (2020).

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