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La motosierra y la licuadora argentina contra la investigación científica

“El único ‘plan’ que presenta Milei para el futuro de la investigación en Argentina es que sea financiada por privados. Además de asfixiar económicamente la institucionalidad universitaria y científica, el presidente argentino se ha dedicado a desvalorizarla, desconociendo permanentemente las importantes funciones sociales que ambas cumplen”, escribe la doctora en Literatura Lucía Stecher, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.

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Fuente: CIPER

En la campaña para las elecciones de 2023, Javier Milei se presentó como el candidato del cambio radical, el único capaz de cortar de raíz la inflación que azotaba a Argentina. Acompañado de una motosierra que blandía con entusiasmo, prometió enfrentar a «la casta» política y reducir el Estado a su mínima expresión. Desde que en diciembre pasado asumió el gobierno argentino, el economista sumió al país en un ritmo frenético de medidas de transformación de los más diversos ámbitos de la vida política, económica, social y cultural. A la motosierra le sumó «la licuadora», herramientas con las que promete reducir el gasto público para así enfrentar el déficit financiero. De momento los principales ajustes se han producido en el presupuesto destinado al funcionamiento de diversos organismos estatales, a la obra pública, las pensiones y los planes sociales. Diversas voces críticas señalan, por cierto, que la promesa de Milei de hacer que «la casta» pague el ajuste claramente no se está cumpliendo.

Entre los sectores más afectados por las medidas de Milei se encuentran la educación pública, sobre todo a nivel universitario, y la institucionalidad científica, contra los que el gobierno ha hecho actuar tanto la motosierra como la licuadora. En términos técnicos, licuar hace referencia a disminuir el valor real del dinero circulante. Con relación a las universidades y la institucionalidad científica lo que ha hecho Milei es congelar los ajustes presupuestarios; es decir, mantener para 2024 el presupuesto aprobado para el año anterior. Con una inflación interanual del 254,2% eso implica someter a las universidades y al CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) a un ahogamiento presupuestario. En este contexto, varias universidades han señalado que los recursos para pagar costos fijos de funcionamiento, como el agua y la luz, solo les alcanzarán hasta mayo. En CONICET, por otra parte, la motosierra ya ha afectado a 1.600 funcionarios, como parte del plan de Milei de reducir entre un 20 y 30% el personal de la administración pública. Diversas declaraciones de destacados científico/as argentinos denuncian que las decisiones de reducción no consideran planes estratégicos ni evaluaciones de desempeño, y que amenazan de forma radical el funcionamiento del Consejo.

Desde que asumió el gobierno, Milei ha repetido en innumerables ocasiones la frase «no hay plata». Frente a eso lo único que quedaría es recortar, ahorrar. Nadie duda que Argentina tenía que enfrentar una crisis económica sin precedentes y es claro que la elección de Milei responde a ese contexto. Lo que resulta tremendamente preocupante es el impacto destructivo que tienen las medidas de la motosierra y la licuadora. Es mucho más fácil ahogar presupuestariamente y hacer inviable el funcionamiento de universidades y centros de investigación que recuperar la capacidad de formación e investigación de un país. La generación de conocimiento y la capacidad de innovar y desarrollar tecnologías requiere de mucho tiempo, de voluntades y consensos políticos y sociales, del desarrollo de estructuras institucionales que garanticen la formación y el apoyo de equipos de investigación. El CONICET, por ejemplo, existe desde 1958, y según su sitio web en él se desempeñan más de «11.800 investigadores e investigadoras, más de 11.800 becarios y becarias de doctorado y postdoctorado, más de 2.900 técnicos, técnicas y profesionales de apoyo a la investigación… cuenta con 16 centros científicos tecnológicos (CCT), 8 centros de investigaciones y transferencia (CIT), un centro de investigación multidisciplinaria y más de 300 institutos y centros exclusivos del CONICET». En alianza y cooperación con las universidades argentinas, el Consejo ha permitido que Argentina se posicione en lugares importantes en la producción de conocimiento científico.

Frente a la incertidumbre de no saber si se entregarán las becas doctorales y posdoctorales ya aprobadas y a la desazón por la caída en el poder adquisitivo de los sueldos, muchos científico/as jóvenes están tratando de irse a otros países. Quienes no pueden o no quieren irse están buscando otras opciones laborales. El desmantelamiento de las capacidades de investigación y formación avanza rápidamente. Muchos laboratorios de punta no pueden seguir funcionando por falta de insumos mínimos y los científicos advierten que sin doctorandos/as y postdoctorandos/as no pueden llevar a cabo sus investigaciones.

El único «plan» que presenta Milei para el futuro de la investigación en Argentina es que sea financiada por privados. Además de asfixiar económicamente la institucionalidad universitaria y científica, el presidente argentino se ha dedicado a desvalorizarla, desconociendo permanentemente las importantes funciones sociales que cumplen la educación superior y la investigación científica. Es de esperar que esos sectores, fundamentales para pensar y proyectar el desarrollo de un país, puedan resistir a los embates destructivos de la motosierra y la licuadora. Como decía el Dr. Bernardo Houssay, el primer investigador latinoamericano en ganar un Premio Nobel en Ciencias, «la ciencia no es cara, cara es la ignorancia». Y cuánta ignorancia demuestra Milei al atacar de esta manera a las universidades y la investigación en Argentina. 

Por Lucía Stecher, doctora en Literatura y académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.

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