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Los técnicos: los hermanos sin voz

No tienen líderes que pongan sus demandas frente a los políticos. En un país donde la educación se conversa en todos sus niveles, ¿qué sabemos de los jóvenes de los liceos técnicos? Oscar Valiente, académico del Reino Unido, explica por qué apoyarlos es estratégico para combatir la desigualdad.

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En Chile la ruta académica de un joven que egresa de un colegio científico humanista es clara: se prepara para un buen puntaje en la PSU, ingresa a la universidad, se gradúa, luego se especializa con un magíster, un doctorado y el mercado rentabiliza su inversión. Pero: ¿Qué pasa con un joven de un colegio técnico? ¿Por qué no sabemos en detalle sus pasos?

En nuestro país 335 mil estudiantes y adultos asisten de primero a cuarto medio a liceos de formación técnico profesional y son los más vulnerables del país. O sea, la mitad de la población juvenil nacional, y según las cifras, terminan siendo desfavorecidos por el mercado laboral y por las políticas educativas. Todos factores que fueron evaluados por los Fondos Newton-Picarte que financia proyectos científicos de cooperación internacional entre Chile y Reino Unido, y que benefició a dos equipos de expertos de la Universidad de Glasgow y de la Facultad de Educación de la Universidad Alberto Hurtado para estudiar juntos, los desafíos que presenta la educación técnico profesional a nivel nacional, local e individual. Estudio que empezó en febrero del 2016 y tiene como fin diciembre del 2018.

Oscar Valiente, profesor de la Universidad de Glasgow, experto en sociología de la política educativa, e integrante del equipo de Reino Unido, estuvo de visita en la Universidad Alberto Hurtado para participar del seminario Educación Técnico Profesional en Chile: ¿Hacia dónde vamos?, actividad que puso en el centro la reflexión sobre los objetivos de las políticas de ETP y sus efectos sobre las trayectorias de los jóvenes.

Según Valiente hay una cuestión que es un hecho: la educación técnico profesional es cuantitativamente muy importante en el sistema educativo chileno, porque  la mitad de los alumnos están en estos establecimientos. Son jóvenes que por su origen y composición, debieran ser prioridad en muchas de las políticas de un Estado que quiere asegurar la equidad, sin embargo tienen muy baja presencia a nivel político, y sorprende su ausencia en el debate educativo nacional.

“Hay dificultad en los intentos a nivel de gobierno por articular una agenda, de ahí la falta de presencia política nacional y no ha habido voluntad para liderarlas”, explica.

Esta investigación que analizará también la coherencia productiva de lo que se les enseña a los estudiantes de las regiones de Antofagasta, Valparaíso y Santiago tiene como línea identificar otros problemas asociados a la educación como “la gobernanza regional” que es el papel de los gobiernos locales de adaptarse a las necesidades educativas con las necesidades de la región: “Un gobierno central que no tiene articulado en la aplicación de sus principios generales a los actores en el territorio que son los que tienen el conocimiento, no tiene información de lo que es relevante ni tampoco la visión de lo que se necesita”, argumenta Valiente.

-¿Un tema es el político, pero ustedes han enfatizado en lo humano que es escuchar las demandas de los jóvenes?

-Claro, un componente es obviar el sector, pero se obvia a los protagonistas que son los jóvenes. Hay una definición: hay una trayectoria estándar que no se corresponde con la realidad de los jóvenes ni con su estrategia de formación, su trabajo, su proyecto de vida y las barreras que han de superar.  Más allá de que alguien decida una política, eso no se puede hacer sin una buena comprensión de lo que tiene sentido para los jóvenes y sus aspiraciones . La idea de la trayectoria deseable se ha hecho mirando siempre a  los alumnos científicos humanistas, pero qué le pasa a un técnico, eso no lo sabemos.

Desde la mirada internacional, el sociólogo Oscar Valiente, es tajante en analizar el modelo de “éxito” educativo en Chile: “Sorprende la definición de que la única manera de tener una vida digna en este país es la educación superior. Para alguien que mira desde afuera, vemos que en Chile existe un gran consenso social alrededor de la idea que la educación superior es la única vía para escapar del riesgo de pobreza y la exclusión social. Chile es un país con elevados niveles de graduación en educación media, pero tanto el mercado como la sociedad le están diciendo a estos jóvenes que la educación media no es suficiente para asegurarse el acceso a un trabajo y una vida digna. Mirando lo que sucede en otros países, da la sensación de que en Chile se le pone mucha presión al sistema educativo como garante de oportunidades porque existen muchos déficits tanto en la regulación de las condiciones de trabajo como en el sistema de protección social. No parece razonable que un país del nivel de desarrollo de Chile no pueda ofrecer condiciones de acceso pleno a los derechos sociales de ciudadanía a los jóvenes que se forman para ser trabajadores manuales. El problema no es que esos jóvenes no hayan adquirido educación superior, el problema es que el modelo de desarrollo que se ha adoptado en Chile no protege a la clase trabajadora. En todas las economías avanzadas van a existir individuos con diferentes niveles de cualificación, el tema es cómo se distribuyen los incentivos y la protección social para que todas las personas vean sus derechos sociales garantizados y desde ahí  puedan aportar a la sociedad.

-¿La gran pregunta es qué se quiere de la educación técnica?-

-En muchos actores no hay una visión de cuál es el papel en el sistema educación chileno, pero eso ha pasado en otros lugares también. Pero a partir de la crisis post recesión de países del norte y del sur, el aumento de los desempleos juveniles ha hecho que las naciones hoy más que nunca han puesto la educación técnica en la línea de frente del debate.

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-¿Con lo que usted plantea la sociedad del conocimiento es una estafa?

-Con esta idea de que la educación superior solucionará todos los retos de desigualdad, de productividad y de inclusión social, eso no es así.  Hoy se creyó demasiado en esta economía del conocimiento y la mayoría de los trabajos no funcionan así. Con las diferentes contribuciones que aportan los técnicos, en la actividad educativa y en el trabajo todos nos beneficiamos. Un técnico bien calificado debería poder contribuir a generar productividad económica, riqueza y bienestar para toda la población.

-¿Cuánto tiempo falta para cambiar el pensamiento que pone a los técnicos en segunda fila?

– Tal vez a los que les cuesta más identificar los cambios es a los que estamos metidos dentro, pero si se les mira de afuera la educación chilena ha cambiado radicalmente, ustedes han cambiado mucho. El modelo liberal heredado y el debate de los últimos años abrieron muchas alternativas de cara al futuro. Esa apertura permite y beneficia a todos los sectores sociales, puede lograr ampliar la visión estrecha que existe del éxito y comprender cuál es el proyecto de vida  que necesitan los jóvenes para llevar adelante sus vidas. Si logramos que esos jóvenes lideren los movimientos, si conseguimos que sus aspiraciones sean escuchadas, habremos dado un paso muy importante. Porque ese alumno va  a tomar iniciativas, se va a relacionar con personas diversas, defenderá códigos de ética de comportamiento y tendrá disponibilidad para actualizar sus conocimientos  para dar respuestas a los cambios  en su entorno laboral. Lo que no podemos olvidar es que cuando formamos a un joven  para el mundo del trabajo estamos formando a un ciudadano, capaz de defender sus derechos y contribuir a la vida pública.

DESTACADO: Con las diferentes contribuciones que aportan los técnicos, en la actividad educativa y en el trabajo todos nos beneficiamos. Un técnico bien calificado debería poder contribuir a generar productividad económica, riqueza y bienestar para toda la población.

 

Oscar Valiente.

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