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Javiera Tapia, Alumni Educación Diferencial UAH

Javiera Tapia, Alumni Educación Diferencial UAH: “Las educadoras diferenciales no somos solo las profesoras de un grupo de estudiantes, sino de todas las personas que están en el aula” Javiera […]

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Javiera Tapia, Alumni Educación Diferencial UAH: “Las educadoras diferenciales no somos solo las profesoras de un grupo de estudiantes, sino de todas las personas que están en el aula”

Javiera representa a la primera generación de educadoras diferenciales de la UAH. Durante años ha sido profesora de Educación Diferencial y lidera el Programa de Integración Escolar en el Colegio Pomaire. Desde su territorio, busca aportar a los grandes desafíos que se requieren para que la educación en Chile logre ser verdaderamente diversa e inclusiva.

Sería interesante comenzar la conversación conociendo tu visión actual de la Educación Diferencial en Chile. 

La Educación Diferencial actualmente está al debe. El proceso de inclusión es un camino eterno, un camino largo. Yo creo que no hay ningún colegio que se pueda llamar incluso. Creo que estamos en vías hacia la inclusión. Siento que falta que se reconozca el rol de la profesora diferencial en los colegios, el trabajo a la par que realiza con la profesora de Educación Básica y la gran labor que tenemos dentro de la sala; de poder ayudar, acompañar y crear estrategias que permitan el desarrollo de los estudiantes dentro de las distintas necesidades que vayan teniendo. 

¿Qué cambiarías de la noción actual que se tiene de la Educación Diferencial? 

Lo que hay que modificar es entender que no somos profesoras de un grupo de estudiantes, sino que entramos a la sala para trabajar en conjunto con una partner, la profesora de Educación Básica. Las educadoras diferenciales no somos las profesoras de un grupo de estudiantes, sino de todas las personas que están en el aula. 

Naciste en Melipilla y decidiste volver a trabajar allí. ¿Qué importancia le asignas a esta decisión? 

Sí, volví a trabajar al lugar donde nací, Melipilla. Actualmente trabajo en Pomaire, un colegio rural, entre comillas, porque es urbano, son unos 500 o 600 estudiantes aproximadamente. Es muy enriquecedor volver al lugar donde uno creció, y de cierta forma retribuir con lo que he aprendido. 

¿Cuál es la situación actual del colegio en el que trabajas? 

Hay muchos estudiantes que pertenecen al programa de integración. Requieren mucho apoyo y, como van llegando de a poco los recursos, uno tiene que crear estrategias con lo que aprendió en la universidad. Así que vamos auto-educándonos, dentro de lo posible, para progresar en los aprendizajes. 

A propósito de esas dificultades, ¿cuáles son las demandas principales de las educadoras diferenciales en términos legislativos? 

Yo creo que una de las necesidades más urgentes desde mi rol de profesora diferencial tiene que ver con la reformulación o un nuevo decreto que nos rija como docentes diferenciales. Actualmente nos rige el decreto 170, que etiqueta y encasilla a los estudiantes según su diagnóstico, es muy estructurado y no se condice con lo que uno ve en la sala de clase. La subvención también es un tema que debiera regularizarse para poder generar escuelas para todos y todas. 

Si tuvieras que visualizar un colegio verdaderamente inclusivo, ¿cómo sería?

Yo creo que un colegio inclusivo es una escuela donde haya todo tipo de estudiantes, niños, niñas y niñes, en el cual se brinden los recursos necesarios, que el recurso que vaya llegando al establecimiento no sea por subvención, sino que sea financiado por el Estado. Pero que los recursos lleguen a tiempo para poder comprar cualquier tipo de material o recurso para la ayuda de los estudiantes según sus necesidades educativas; que no haya un tope de estudiantes y que se capacite a los docentes que van a trabajar en estas instituciones educativas. 

También te desempeñas como Coordinadora del Programa de Integración. ¿Qué situación te ha llamado la atención y que ejemplifica un desafío mayor? 

Dentro de mi rol de Coordinadora del Programa de Integración, una de las problemáticas más grandes es la capacitación y de saber cómo llevar a cabo estrategias diversificadas hacia los estudiantes, no solo de docentes diferenciales, sino también de Educación Básica, asistentes de la educación y de la comunidad educativa en general. 

Durante tu paso por la universidad, recibiste el Premio Alberto Hurtado, que destaca a estudiantes por sus valores sobresalientes. ¿Qué elementos de la UAH crees que han permanecido en ti? 

Desde que entré a la universidad siempre he buscado la igualdad entre mis pares, entre colegas o estudiantes, y trabajar por un bien común, que sea un objetivo transversal, que es lo que buscamos en las instituciones educativas. Con este nuevo reconocimiento siento que, de cierta forma, represento a mi generación, la primera de Educación Diferencial en la UAH y solo de mujeres. Yo creo que la UAH me entregó la capacidad de ser un agente de cambio, aportar desde adentro del colegio y creer que el aprendizaje de un solo estudiante ya es un cambio para el futuro de la sociedad. 

En estos 25 años de la Universidad Alberto Hurtado, el nuevo lema es “Universidad para el bien común”. ¿Cómo definirías este concepto? ¿Qué reflexión te genera? 

El bien común lo pienso como algo equitativo e igualitario para todos, todas, todes, considerando a adultos, jóvenes, niños, adolescentes, teniendo en cuenta que tenemos que generar acciones que sean en común y que nos beneficien sobre todo en la escuela, en el lugar donde yo me encuentro, buscar caminos en conjunto para lograr que estos objetivos sean transversales. 

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