Fuente: El Mercurio
El reciente llamado a las autoridades de parte de los profesores Miguel Kiwi y Francisco Muñoz, a limitar el gasto público en publicación científica, es razonable y necesario.
Es también un llamado a las comunidades académicas que definimos los estándares de evaluación científica en el ecosistema de CTCI (grupos de evaluación de concursos Fondecyt, comités de área de la Comisión Nacional de Acreditación, entre otros) y en las universidades, a estar haciendo lo que debemos hacer: reflexionar crítica y constantemente acerca de los criterios de calidad de la producción académica, en línea con el logro de sus principales objetivos.
Sin embargo, es importante analizar el problema en su justa medida. El proceso de publicación científica, y la consecuente evaluación por pares, es un engranaje fundamental en la construcción de conocimiento de calidad. Quienes nos dedicamos a producir conocimiento, sabemos bien que hay revistas, editoriales y comunidades académicas más rigurosas que otras. Somos capaces, además, de identificar en el marco de nuestros campos disciplinares, procesos epistémicos mejores que otros dentro de revistas de igual impacto. Esto no solo nos orienta en nuestras propias decisiones y aspiraciones de publicación, sino en la evaluación de calidad de lo que leemos, permitiéndonos otorgarles grados de certidumbre variable. Por otro lado, tenemos el desafío de que investigación y formación no se conciban como dos objetivos en competencia. La universidad surge en el seno de comunidades que se organizan para construir conocimiento, y es parte esencial de una formación universitaria de calidad participar de un pensamiento vivo que está en la frontera.
Lee la columna completa <<<