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Federico Zurita Hecht: «Estudiar Literatura me permitió leer mucho y comprender teóricamente la conformación estratégica de los textos literarios»

En el día Internacional del Libro, conversamos con el escritor chileno y exalumno UAH, Federico Zurita Hecht, quien nos contó sobre los inicios de su carrera, desde la primera vez que mostró inclinación por la literatura y sus incursiones iniciales en la escritura, hasta el panorama editorial actual que enfrentan miles de artistas en Chile.

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Por: Facultad de Filosofía y Humanidades

Por segundo año consecutivo celebramos el día del libro con gran parte del país en cuarentena, lo que obliga a miles de personas a trabajar y pasar su tiempo libre en casa. Por eso, queremos volcar nuestra atención a un hábito que muchos han dejado de lado, el leer. Para conmemorar la lectura es que hemos conversado con el escritor chileno, Federico Zurita Hecht, autor del libro de cuentos El asalto al universo (Eloy, 2012), de las novelas Lo Insondable (La Pollera, 2015; Eduvim, 2018) y Nostalgia de la madre muerta (La Pollera, 2020), y de los dramas Se preguntan por la muerte de Clitemnestra (Cía. La Porcina, 2011), Apocalipsis a la hora de comer (Cía. Pehelagarto, 2015) y Una temporada en Puerto Azola (Cía. Pehelagarto, 2018). Asimismo, Federico ha escrito diversos artículos sobre la producción dramática y teatral chilena y actualmente es baterista de la banda de rock Isidromatta, con quien grabó el EP Grietas (2019).

El escritor chileno actualmente es profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y del Departamento de Literatura de la Universidad Alberto Hurtado. Además de su vida como académico, ha pasado su confinamiento escribiendo, lo que ha descrito como una salvación: «Si la escritura no formara parte de mis actividades, estos catorce meses habrían sido tediosos y tristes», afirma. De hecho, está escribiendo varios textos a la vez, de los cuales nos cuenta algunos atisbos.

¿Recuerdas el primer libro que leíste y la primera historia que escribiste?

Cuando tenía nueve años alguien me regaló El prisionero de Zenda de Anthony Hope Hawkins, pero no recuerdo haberme sentido impactado. Creo que en ese momento no tenía la disposición para convertirme en un lector frecuente, menos con un libro de fines del siglo XIX. Creo que por esa época me gustaba más el comic. Mampato o Barrabases, por ejemplo. Lo primero que escribí en realidad fue una transcripción. A los ocho años mi abuela y mi mamá me pidieron que más tarde les contara una película que ellas no podrían ver porque debían salir. Para no olvidar los hechos los anoté y por alguna extraña razón decidí darle a mi escritura un poco de estilo o algún grado de musicalidad. O abiertamente belleza. En ese momento no era consciente de lo que hacía. De algún modo eso puede ser considerado lo primero que escribí. No recuerdo qué película era.

¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

Como en el colegio leíamos novelas antiguas no hubo forma de sentirme impactado. Hoy pienso distinto. Algunas tragedias griegas me fascinan. Pero un verano a los quince años leí El jardín de al lado de José Donoso y aunque la acción transcurre en España, me impactó poder sentir cercano y reconocible el mundo que creaba la ficción. Solo entonces comprendí que el mundo que habito podía aparecer en los libros. Ahora que lo pienso, mi visión de la literatura era bastante ingenua a los quince años.

¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?

La escritura es maravillosa. Si no lo fuera no lo haría. Pero admito que la ansiedad aparece reiteradamente en el proceso. Mis manías son ansiosas. En medio de un párrafo me puedo levantar de mi silla y recorrer todo mi departamento balbuceando frases que luego escribiré. Debo parecer loco. Luego me siento nuevamente frente al computador y al rato me vuelvo a poner de pie. Mi manía, entonces, es escribir y caminar. También tomo mucho café y pongo música. A veces cuando dejo de sentir la lógica de la sintaxis de las frases, quizás por agotamiento, voy a mi librero y busco algún libro para leer cualquier página al azar. Es como si buscara refrescarme. Luego puedo seguir escribiendo.

¿Y algún sitio favorito para escribir?

Mi respuesta va a ser bien fome. Escribo en mi computador en mi escritorio ubicado frente a un ventanal en mi departamento. Ni siquiera hay una gran vista. Al frente hay otro edificio. Creo que es un ministerio. Tiene el logo del gobierno en la entrada.

¿Cuándo nacen tus ganas de escribir y cómo tu experiencia en la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura es parte de este proceso?

Tomé conciencia de mi necesidad de escribir literatura luego de un error. Mi primer paso por la universidad fue en una carrera que tenía muchos ramos matemáticos. Ingresé con solo diecisiete años. Dos semestres después, quería estar en cualquier otro lugar menos ahí. La sensación de estar en el lugar equivocado potenció mis ganas de escribir y mientras estudiaba esa carrera escribí muchos cuentos. Cuando egresé comencé a asistir a talleres literarios. La escritura ya era lo habitual. Un día me quedé sin trabajo y en lugar de buscar otro, ingresé a estudiar Literatura en la UAH. Mi escuela forma investigadores, y hoy me dedico a eso, entre otras actividades, en mi trabajo académico. Pero estudiar Literatura me permitió leer mucho y comprender teóricamente la conformación estratégica de los textos literarios que antes solo intuía. Ahora pienso mucho antes de escribir. Estoy seguro de que si no hubiese estudiado Literatura igual escribiría, pero de otra forma que hoy ni siquiera puedo imaginar.

¿Qué escritor o libro influyeron en tus ganas de escribir mientras eras estudiante?

Cuando era estudiante, Rodrigo Fresán, Jorge Luis Borges, Edwidge Danticat, José Donoso, las tragedias griegas, Marguerite Yourcenar, Ítalo Calvino y Juan Rulfo. Pero ellos solo reemplazaron a mis influencias anteriores, lo que leía antes de estudiar literatura. Primero Ray Loriga y Banana Yoshimoto. Luego John Cheever y Enrique Vila-Matas. Creo que los metí a todos a una juguera y me tomé lo que salió de eso. Algo de coherencia he tratado de darle a esta mezcla.

¿Qué estás leyendo ahora y qué estás escribiendo?

Estoy leyendo varios libros a la vez. Ladrilleros de Selva Almada, La campana de cristal de Sylvia Plath, Vidas de santos de Rodrigo Fresán y Poeta chileno de Alejandro Zambra. Hace poquito leí Debimos ser felices de Rafaela Lahore, Profesor Sísifo de Alex Saldía y Rabia de María José Pizarro. También estoy escribiendo varios textos a la vez. Una novela sobre las novelas, otra sobre las momias chinchorro y otra sobre las distorsiones de la realidad en los trastornos de la personalidad. Creo que el ritmo universitario sin querer nos entrena para este bello caos en la lectura y la escritura. Uno nunca vuelve a ser el mismo.

¿Cómo describirías escribir en pandemia, en cuarentena y con todo este contexto tan agobiante?

Escribir en pandemia ha sido una salvación. Nunca antes escribí de manera terapéutica. Algo así me habría parecido cursi. Yo quería construir imágenes del mundo con las potencialidades de las ficciones. Pero ahora, además de hacer eso, escribo movido por una fiebre ficcional que me da energía. Estoy lleno de apuntes y mapas conceptuales. Sigue habiendo ansiedad en la escritura, pero se ha vuelto desbordadamente placentera. No es que antes la ansiedad fuera mala. Era buena, pero ahora es más buena. Si la escritura no formara parte de mis actividades, estos catorce meses habrían sido tediosos y tristes. O tal vez no, tal vez habría llenado mis murallas de algebra o trigonometría esférica, cosas que aprendí en mi primera carrera y que hoy ya olvidé porque ahora tengo la literatura.

¿Cómo crees que está el panorama editorial para los escritores contemporáneos?

El mundo editorial chileno ha sido tomado por asalto por las editoriales independientes desde hace casi una década, asunto maravilloso porque ha democratizado la circulación de las propuestas estéticas y discursivas. Yo veo a algunas editoriales haciendo un trabajo prolífero y hermoso. No sé si como negocio sea rentable, yo no sé de cifras, pero veo al mercado editorial funcionar de manera medianamente normal, lo que podría haber cambiado si no se hubiese revertido la absurda decisión inicial de no considerar al libro un artículo esencial. Menos mal que los (ir)responsables de eso percibieron su brutalidad y cambiaron de opinión. Creo, eso sí, que el teatro, la danza y la música han sido más afectados. Algo que por cierto no hay que ignorar es el nulo apoyo gubernamental a las y los profesionales del arte. La crisis actual ha dejado en evidencia que es perverso que todas las actividades al interior de las sociedades deban regirse por las leyes del mercado. La desprotección que algunos miembros de la comunidad nacional han padecido es inmoral. Algunos artistas llevan más de un año sin trabajar. Ahora hablo del arte porque la pregunta está direccionada a las editoriales y yo amplío un poco el tema en esta respuesta. Pero ampliándome más aún, hay sectores de la sociedad que están incluso peor que los artistas. Discúlpame esta digresión. Es necesario decir estas cosas cada vez que se pueda.

Si solo pudieras darle un consejo a un estudiante UAH que tienes ganas de empezar a escribir pero no sabe cómo ¿cuál sería?

Me da pudor dar consejos. Lo que diré más que un consejo es el reconocimiento de algo que debería ser evidente. Creo que cualquiera puede tomarse la libertad de escribir y contar las historias que quiera, pero el proceso es lento y requiere de mucho trabajo. Los resultados de la escritura literaria son a largo plazo. Por tanto, hay que tomarse esto en serio. Hay que escribir de manera sistemática. Hay que corregir. Y por supuesto hay que leer lo que otras y otros escriben. Hay que ser amable y generoso, aprender de los otros y ofrecer nuestra pequeña experiencia a los demás. Creo que para que resulte hay que plantearse querer hacer esto el resto del tiempo que a uno le queda de vida.

 

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