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El dolor desde el recuerdo y la mirada infantil

En la actividad participaron Francisca Márquez, antropóloga y Doctora en Sociología, autora de El diario de Francisca. 11 de Septiembre, 1973; Ximena Goecke: Historiadora e integrante Colectivo de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes; Milena Gallardo, integrante del Área de Memoria del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y coordinadora del Diplomado “Violencia Política, Memoria y Producción Cultural en América Latina” en la U. de Chile; Carmen Muñoz, Periodista. Coordinadora en la Fundación Escuela Taller Fermín Vivaceta. Presidenta ONG Hijas e Hijos del Exilio Chile; Natalia Chanfreau Hennings, profesora de Historia y Geografía. mamá de Víctor y Emilio, hija de Alfonso (DD) y Erika, militantes de Ayer y Hoy.

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Francisca Márquez, antropóloga y académica UAH.

“Querida Paula son las 11.45 el Ejército, la Marina y la Aviación han decidido echar a Allende y a sus ministros. Allende está en la Moneda y el Ejército, la Marina y la Aviación le dijeron a Allende que se rindiera, porque si no se rendía iban a atacar por tierra y aire. Resultado: Allende no se rindió y bombardearon”.

Con este fragmento de su libro “El diario de Francisca. 11 de septiembre, 1973”, la académica de la  UAH, Francisca Márquez -antropóloga, socióloga y Doctora en Sociología– inició el conversatorio “Niñas en dictadura: segunda generación de exilio, violencia política y resistencia”, en el que participaron otras cuatro profesionales cuyas vidas de niñas, como hijas o como nietas,  estuvieron marcadas, de manera consciente o inconsciente,  por el silencio, el desarraigo, las ausencias y el horror.

En septiembre de 1973, Francisca Márquez había cumplido recién 12 años y ya había escrito seis diarios de vida y, sin embargo, este relato en especial tiene características y elementos nuevos para ella. “Por primera vez anoto la hora de lo que pasa, le pedí a mi mamá que me anotara y también aparece un lenguaje que nunca había aparecido: la Marina, la Aviación y el Ejército, palabras que hasta ese momento no estaban en mí porque recién había cumplido 12 años; y aparece la palabra suicidio por primera vez en mi diario de vida, por primera vez en mi historia de niña…la palabra suicidio, pero vinculado a las ideas en relación a un país”.

Para la académica los episodios de su vida en pubertad con todos los cambios y experiencias de la edad, se entrelazaron con un contexto histórico de violencia e incertidumbre. “El golpe militar –lee otro fragmento de su diario- llega en ese momento (pubertad) la derrota y la destrucción de un orden social entran en mi vida como en la vida de todos, cuando todo parece posible, el peligro del caos se viene inminente, la incertidumbre, el miedo, la inseguridad de no saber nada…crecen en el tiempo. Fue la primera vez que vi llorar a mi padre cuando Leopoldo Benítez fue encontrado muerto acribillado, él era arquitecto, compañero de mi padre. Describir todo esto en mi diario de vida, fue de alguna forma, amarrarlos, delimitarlos y contenerlos a través de la escritura”.

Ximena Goecke, historiadora y profesora de Historia, educadora de la Memoria, Integrante Colectivo de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes y Coordinadora del Frente de Derechos Humanos y Memoria del FA, tenía sólo dos años cuando ocurrió el golpe militar, pero aún así prefirió intervenir en el conversatorio desde la experiencia. “Yo nací el año 71 en una comunidad que era un grupo de estudiantes de la Universidad de Concepción, la mayoría estudiaba medicina habían entrado el 66 a la universidad, mis papás militaban en el MIR y estudiaron al mismo tiempo que Miguel Henríquez, Bautista van Schouwen y Luciano Cruz por ejemplo. Ellos se fueron a vivir a una población pobre donde arrendaron una casa, yo nací ahí.  Yo no tuve conciencia del sentido político de esa comunidad hasta mucho más tarde porque se disolvió cuando tenía un año, y por motivos de seguridad se rompieron todos los vínculos directos entre los miembros de la comunidad”.

Natalia Chanfreau, profesora de Historia y Geografía.

El padre de Ximena estuvo detenido dos veces y una de ellas fue de varios meses, de eso sólo recuerda haber usado zapatos con suela de neumáticos, un bolsón escolar y una cartera de su mamá que su papá había hecho en la cárcel.  De esa comunidad sus papás fueron de los pocos que no salieron del país durante la dictadura.  “Lo que vivimos nosotros era un exilio interior o inxilio porque en mi casa prácticamente no circulaban amigos de mis papás, no había más que familia, y los amigos de nosotros los niños. Raramente llegaba alguien y menos del pasado a la casa. No había fotos tampoco de esos amigos de la comunidad. Hasta el año 87 que por casualidad mi papá se encuentra con un amigo de esa época y lo convida a nuestra casa en Viña. Esa persona contó cosas que había vivido, dónde había estado detenido, y a partir de ese momento, todo lo que yo había leído, empezó a entrar en mi casa”.

La historiadora señala que a los 16 años ella de manera intuitiva había comenzado a participar en   actividades como ollas comunes, mitines políticos, incluso fue parte de una escuela de la JR. “En ese momento mi mamá y un día me mostró unos recortes de diario que daban cuenta de la detención de mi papá, ahí yo supe que mi papá había estado vinculado a lo que yo había escuchado de otras personas. Pero hasta ahí había sido todo de silencio”.

Si a Natalia Chanfreau Hennings -profesora de Historia y Geografía hija de Alfonso, detenido desaparecido-  le preguntan por su infancia ella no duda en definirla como “feliz, corrí, jugué , me caí como todos los niños. La pregunta es ¿cómo uno integra esta experiencia de lo vivido, si uno tiene incorporada en sí misma una infancia muy feliz?. Lo que me acuerdo es que cuando a mí me preguntaban qué hace tu papá (después que otras decían es médico, profesor, etc.), yo decía el mío es Detenido Desaparecido desde el 30 de julio de 1974”.  

Natalia tenía un año dos meses aproximadamente cuando detuvieron a su papá y a su mamá, Erika Hennings. “Mi mamá estuvo detenida y desaparecida un tiempo, dicen que la fui a visitar, pero yo no tengo ni un recuerdo”. Cuando su mamá salió de la cárcel, gracias a su nacionalidad francesa adquirida por matrimonio, fue directo a la embajada, ahí le entregaron a su hija de un año seis meses y partieron a Francia a encontrarse con su familia política que había salido en distintos momentos después del golpe. No sabía el idioma. Estaban solas. A pesar de todo lograron hacer una vida, una vida normal y feliz, según relató Natalia.

Sin embargo, a los 17 años a partir de la visita de un caza nazis que le preguntó si ella había esperado que su papá volviera, ella se acuerda de una escena de cuando tenía 8 años y al volver del colegio su mamá le preguntó: “¿adivina quién volvió que no venía hace tiempo?, y ella pensó que era su papá, pero no lo dijo. El que había vuelto era su gato perdido. “Yo ahí asumí un rol protector, un rol que no me correspondía, era muy chica, hay vivencias que hacen que te des cuenta de cosas y empezar a reflexionar”.

Regresó a Chile en distintas ocasiones hasta que se quedó y terminó el colegio acá. De su vuelta recuerda un Chile desconectado con la realidad, “muchas veces me topé con adultos que no sabían que era un detenido desaparecido. Con el tiempo me di cuenta que mi infancia no fue tan normal, y que yo la viví como normal porque no tenía puntos de referencia. Uno le toca la vida que le toca y yo no cambiaría mi vida por nada, yo estoy orgullosa de mi historia”.

En el caso de Carmen Muñoz, periodista, coordinadora en la Fundación Escuela Taller Fermín Vivaceta y presidenta de la Organización Hijos del Exilio, su familia se exilió en Argentina. Ella nació el año 1974 en Buenos Aires y tuvo una infancia junto a su familia que califica como “normal”.  “Viví en una casa preciosa con un patio enorme lleno de árboles frutales donde jugué y me refugié. Pero en mi casa había un problema, mi mamá nunca superó el exilió, no salió nunca de la casa, tuvo depresiones, estrés, y nunca se mejoró. El rol de mamá y papá lo cumplió mi hermano Rodrigo que me llevó a parques, me paseó, me cuidó. Mi mamá me tenía un poco abandonada. Era una normalidad extraña”.

Después del plebiscito su familia vuelve a Chile para continuar con la vida, pero Carmen no lo pasó bien. “Yo era un bicho raro, que no me sacaba el pañuelo rojo, unas primas que me adoraban nunca me convidaron a su casa. Hubo un quiebre muy grande para mí, yo no logré rehacer la vida social aquí.  Las amistades no las volví a hacer, la familia extendida nunca existió, no tengo sentido patrio”.

Gracias al grupo Hijos del Exilio ha podido ir reconstruyendo su historia, el año 2017 se juntaron y ahí pudo reflejarse en otros que habían pasado por situaciones similares. El año pasado formaron la ONG y eso le ha ayudado a darle sentido a su ubicación en Chile.

En el encuentro participó también Milena Gallardo, integrante del Área de Memoria del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y coordinadora del Diplomado «Violencia Política, Memoria y Producción Cultural en América Latina» quien habló sobre los códigos y lenguaje con que se expresan estas vivencias en distintos ámbitos artísticos, urbanos, literarios, etc. 

 

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