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Manuel Fuenzalida: “Quiero que los estudiantes aprendan a resolver problemas con personas reales y eso se logra en esta etapa formativa porque todavía se pueden equivocar”.

Es uno de los académicos de la carrera de geografía que prepara durante meses a los estudiantes para levantar información en beneficio de comunidades como Tirúa, Curacaví o Quillota. Aquí parte del espíritu que hay detrás de Manuel Fuenzalida, director del Departamento de Geografía de la Universidad Alberto Hurtado.

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Manuel Fuenzalida, Director del Departamento de Geografía UAH.

Manuel Fuenzalida, Director del Departamento de Geografía UAH.

Desde que se creó la carrera de geografía en la UAH, la metodología de Aprendizaje+Servicio  (A+S) es una herramienta real por el potencial efectivo que tiene la disciplina en los territorios. Pero ¿Qué implica formar a un alumno para trabajar con socios comunitarios? Según Manuel Fuenzalida, son meses de preparación.

“Es imposible salir a terreno si no hay un abordaje teórico y metodológico importante y además tener resuelto detalles de la vida cotidiana. Por ejemplo, en Tirúa los jóvenes tuvieron que estar una semana en concreto de aplicación en terreno, pero se trabajó desde marzo hasta la primera semana de mayo”, comenta el académico.

Esta forma de aprender es parte del ramo de Exploración III del área de A+S que enseña Geografía del Bienestar, por lo tanto las preguntas claves son quién consigue qué, dónde y cómo. “Hacerse cargo de esas cuatro preguntas va a permitir que los estudiantes cuando identifiquen los recursos del territorio tengan claro qué consiguen, dónde y cómo; que es el mecanismo causal que puede ser consultado a las comunidades”, explica Fuenzalida.

La buena acogida con el A+S para los estudiantes es porque les genera sentido que la vinculación en los territorios se pensó a partir de las necesidades de las organizaciones. “Eso fue muy potente, tanto que cuando egresan lo han agradecido bastante, por lo tanto para nosotros el A+S es una herramienta de vinculación con el medio y es nuestro pequeño aporte para construir una sociedad más justa”, señala el académico.

-¿A dónde van este segundo semestre?-

-Vamos a Quillota a un cerro que tiene la tradición de ser un lugar donde originalmente viven las poblaciones más vulnerables y vamos con una organización cultural que se llama Vozetos a levantar información para ponerlo en valor de la comunidad, datos que les sirvan para poder reconocerse y que se den cuenta que tienen mucho más allá de los típicos estigmas que puedan colgar a las personas de un estrato socioeconómico más desventajado.

 -¿Qué impacto tiene el socio comunitario para realizar este curso? –

-Para nosotros las contrapartes han sido fundamentales, si no las tuviéramos sería imposible hacer el curso. He trabajado con Cerro Navia Joven, Fundación Superación de la Pobreza – Territorio Curacaví, etc. Y la gestión se hace a partir de las ganas que tienen los profesionales que trabajan en esas organizaciones.

 -¿Qué motivación personal lo mueve a realizar este esfuerzo académico?-

-Tengo súper claro cuáles fueron mis carencias académicas, a mí me tocó ser estudiante de geografía en un momento en que la disciplina era más teórica que práctica y cuando me inserté en el mundo laboral me di cuenta que a partir de los proyectos que ejecutábamos las personas te agradecían y luego de haber pasado por esa vinculación entendí que me faltaban herramientas para hacer mejor el trabajo. Cuando me inserté en la academia, sabía lo que faltaba. Me interesa contribuir con mi grano de arena a una sociedad más justa, pero también está el valor formativo para los estudiantes: quiero que aprendan a resolver problemas con personas reales y se logra en esta etapa formativa porque todavía se pueden equivocar. Para el departamento  es un sello, le ponemos  harto valor y a los estudiantes les encanta trabajar con las comunidades. A nivel de la Universidad, he sido uno de los académicos que ha experimentado el tránsito a una Universidad compleja donde la vinculación con el medio es  fundamental, cualquier profesor que tenga el sello hurtadiano sabe que su vinculación está puesto en valor en la comunidad y cuando se dan las oportunidades entiende que es parte de su quehacer. No me veo ni a mí, ni a mis colegas construyendo papers sin salir al territorio.

-¿Usted decía que lo más complejo durante la preparación de los estudiantes es que se despojaran de sus prejuicios, a qué se refiere?-

– Hay un montón de mitos y tratar de aclararlos con argumentos es una pega formativa. Por ejemplo, cuando voy a Tirúa tengo que sacar el prejuicio de que “no existen lafquenches que estén a favor del modelo forestal” o sacarles que la religiosidad es un tema que “divide a los lafquenches de los evangélicos”. Está relacionado necesariamente con ideas concebidas que tienen que ver con el momento idealista de juventud por el cual  van transitando, y siendo más viejo sabemos cómo funcionan los territorios, tratamos de traspasar ese conocimiento y  decirles que a veces las cosas son más crudas de las que uno puede imaginar.

-¿Según la experiencia se logra realizar los planes de trabajo o han habido situaciones complicadas?-

– Nunca no hemos podido realizar lo que teníamos pensado, pero es a partir del valor de las contrapartes técnicas.  Incluso con cuestiones de comportamiento, por ejemplo,  a los estudiantes les pregunto en clases ¿Cuántos de ustedes son veganos? Porque en una comunidad si matan a un animal y les sirven ¿van a decir que no a la invitación? Eso nos ha llevado a tener que adelantar escenarios.

 

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