Fuente: Fundación Padre Hurtado
El aporte pedagógico del Padre Alberto Hurtado SJ es tan profundo como inspirador, pues tuvo la capacidad de comprender el clima de cambio cultural de su tiempo y comprender los profundos vínculos existentes entre educación y sociedad.
A lo largo de su vida, Alberto Hurtado ejerció distintas actividades profesionales que le permitieron adentrarse en diversas dimensiones del quehacer humano y social. En todas ellas estuvo permanentemente interpelado por las injusticias y las consecuencias de estas en las vidas de las personas, las familias y los colectivos. Y, tempranamente, advirtió que las posibilidades de transformación social estaban asociadas al trabajo con jóvenes y en contextos educativos.
Durante su periodo de residencia en Bélgica fue ordenado sacerdote en 1933 y más tarde, en 1936, se graduó como doctor en Psicología y Pedagogía. En esta etapa de su vida, el análisis de la pedagogía progresista de John Dewey a la luz de la doctrina social de la iglesia fue clave para la formulación de su propuesta educativa. Alberto Hurtado concibe la educación y, muy particularmente la escuela, como espacio privilegiado para promover el cambio social que el país requería en aquella época; y a las y los docentes como agentes claves para propiciar ese cambio, animados por un proyecto solidario y democrático compartido.
La centralidad del estudiantado, la formación integral y el desarrollo de experiencias democráticas en las aulas son condiciones esenciales para formar ciudadanos y ciudadanas responsables, capaces de actuar e incidir social y políticamente. Pero, para hacerlo bien, e ir más allá de las oportunidades que ofrecía el origen social y económico de las y los estudiantes, la excelencia, la dedicación y la rigurosidad se constituían en cualidades imprescindibles del estudio y el desarrollo de herramientas, intelectuales y prácticas, para profundizar en los problemas de su tiempo y proponer respuestas relevantes y pertinentes.
El aporte pedagógico del Padre Alberto Hurtado SJ es relevante y tiene plena vigencia hoy. Quienes nos inscribimos dentro de esta tradición, estamos convencidos que cada estudiante tiene derecho a tener experiencias educativas de calidad y a desarrollarse de manera integral a lo largo de su trayectoria formativa; que la educación de la calidad puede contribuir a cambiar las vidas de las personas, sus familias, sus barrios y sus territorios; y que concebir la educación como inscrita en un campo histórico implica comprender que está comprometida con el cambio social y la contribución al bien común.
Marisol Latorre
Decana Facultad de Educación